Etapa 53 (344). 30 de
julio de 2012, lunes.
Hoy lo mejor va a ser
el fin de etapa.
Amancer en
furgoneta.
Estoy a falta de 15
minutos para llegar al Port de Paluden, pero indico este lugar como
inicio ya que es el lugar más próximo que puedo localizar. No sé
si el lugar pertenece a Landéda o a Lannilis. Me despierto a las
seis.
Todavía está oscuro y no quiero rebuscar el camino, abandonado ayer por falta de luz, en las mismas o peores condiciones. En el exterior hace frío y vuelvo a esconder la cabeza bajo el saco. Pero para las seis y cuarto ya estoy en pie y, para y media, en marcha. Pongo los tableros donde estaban, pero el resto lo dejo desordenado como ya estaba cuando llegué. No me importa que se enteren de que alguien ha dormido aquí. Tengo ganas de cagar pero me aguanto. No me parece correcto que después de haber dormido gratis sin permiso, les pague dejándoles el regalito. En la plataforma de la furgoneta hay una moneda de 20 céntimos, que me atrae para la hucha de mis nietos, pero me resisto a cogerla. Abandono el campamento para buscar el camino, pero el vientre me aprieta y, en un recodo del camino, dejo un regalo copioso y consistente. ¡Qué bien me quedo! Me limpio con la servilleta de la comida, pero me quedo con la parte impresa para el recuerdo. Para el recuerdo de la comida, no de la cagada.
Ligero de equipaje, aunque con los dos jerseys puestos, ya que hace frío, llego hasta la señal que abandoné ayer. Hoy la veo mejor pues la claridad matutina anuncia un día soleado. Aunque todavía el sol no ha superado la barrera de la montaña intermedia.
Todavía está oscuro y no quiero rebuscar el camino, abandonado ayer por falta de luz, en las mismas o peores condiciones. En el exterior hace frío y vuelvo a esconder la cabeza bajo el saco. Pero para las seis y cuarto ya estoy en pie y, para y media, en marcha. Pongo los tableros donde estaban, pero el resto lo dejo desordenado como ya estaba cuando llegué. No me importa que se enteren de que alguien ha dormido aquí. Tengo ganas de cagar pero me aguanto. No me parece correcto que después de haber dormido gratis sin permiso, les pague dejándoles el regalito. En la plataforma de la furgoneta hay una moneda de 20 céntimos, que me atrae para la hucha de mis nietos, pero me resisto a cogerla. Abandono el campamento para buscar el camino, pero el vientre me aprieta y, en un recodo del camino, dejo un regalo copioso y consistente. ¡Qué bien me quedo! Me limpio con la servilleta de la comida, pero me quedo con la parte impresa para el recuerdo. Para el recuerdo de la comida, no de la cagada.
Ligero de equipaje, aunque con los dos jerseys puestos, ya que hace frío, llego hasta la señal que abandoné ayer. Hoy la veo mejor pues la claridad matutina anuncia un día soleado. Aunque todavía el sol no ha superado la barrera de la montaña intermedia.
Port de Paluden. Bel Abri.
Pronto llego a Bel Abri, que es como se llama el puerto de Paluden. En el Aber Wrac’h ya se pueden ver algunos veleros en el fiordo, mientras éste emite vapores por contraste del frío del agua y el templado de los primeros rayos solares. Entre los pinos ya veo las otras embarcaciones del puerto y, al fondo, el puente tan deseado.
Va a ser en la tercera foto donde lo voy a ver con mayor nitidez. El vapor que emana del río hace que el puente no se vea tan claro al acercarme. Se puede ver que esta zona sigue siendo limosa.
Antes de pasar el puente, hay un albergue, Auberge du Pont, que ofrece comida escrita: pescado y frutos de mar, pero nada en la realidad ya que está cerrado.
No hay que confundir albergue de comida con albergue de dormida, aunque éste puede que ofrezca ambas cosas a la vez. De lo que sí me entero es de que este lado del puente pertenece a Lannilis y el otro a Plouguerneau.
Ya estoy al otro lado,
en la commune de Plouguerneau, y pronto veo que anuncian una capilla.
También anuncian un calvario pero, en mi mapa y en el cartelón
clavado a poste, lo que leo es Notre Dame de Traon. Parece que ambos
nombres son correctos. Pasando el puente, desde el centro, saco foto
del aber con el Port de Paluden, al fondo. Ya en carretera y cuando
ésta ha ascendido a una altura considerable, saco una foto del
fiordo en dirección a la bocana, aunque ésta no llega a verse.
Probablemente el lugar en que he dormido esté oculto por el pinar.
A punto de dar las ocho, llego a la ermita y al calvario de Nuestra Señora de Traon. El acceso al recinto hay que hacerlo por una puerta tosca pero con un dintel de mucha filigrana. El calvario se erige por encima de plataformas circulares en disminución, con cuatro alturas. Como la ermita está cerrada, no la puedo visitar. El conjunto es armonioso y me gusta. También la vegetación arbórea y arbustiva, contrastando las hortensias blancas con otras rosáceas y azuladas.
A punto de dar las ocho, llego a la ermita y al calvario de Nuestra Señora de Traon. El acceso al recinto hay que hacerlo por una puerta tosca pero con un dintel de mucha filigrana. El calvario se erige por encima de plataformas circulares en disminución, con cuatro alturas. Como la ermita está cerrada, no la puedo visitar. El conjunto es armonioso y me gusta. También la vegetación arbórea y arbustiva, contrastando las hortensias blancas con otras rosáceas y azuladas.
Plouguerneau.
PMU-Tabac.
Saco foto de la iglesia
e inicio la historia de siempre. En la panadería compro dos
croissants por 1,70 € y el café con leche, en el bar, me cuesta
1,30 €. Lo peor es que la leche me la sacan fría y no pido que me
la calienten. Hablo con un cliente que está en la barra. Luego viene
a sentarse junto a mí mientras escribo. Al levantarme he tomado la
pastilla y ahora, diluído, tomo el antibiótico. No he fallado
ningún día en ninguna de las tres dosis, y el efecto en el pie
parece positivo y el mal empieza a ceder. Por lo menos, camino como
si no tuviera nada. Escribo un rato y salgo para llamar por teléfono
a Sara. Coge mi nieto Lander y me pregunta dónde estoy. Le digo
“Pluguernó” y lo repite, bastante parecido, a su madre. A Jokin
lo tiene amarrado a la silla hasta que no termine de desayunar.
Después de una semana en Berdún, que se le ha hecho eterna, la
madre de las criaturas estaba deseando volver a su casita. La
celebración del cumpleaños de ella y del mayor, Julen, la adelantan
al 20 de agosto, así que tomo nota para tratar de estar de vuelta
para esa fecha. Continúo escribiendo hasta las 11:45 horas. Un
hombre ha venido a reparar la televisión y me he tenido que
desplazar a la mesa de al lado. También están renovando parte del
mobiliario y el carpintero trabaja en su furgoneta en la calle.
Dentro del local, hace el mínimo de ruido necesario para su trabajo.
En la furgoneta corta la madera y en el bar la coloca y hace los
ajustes necesarios para que encajen a la perfección. Me gusta su
sistema. He hablado de mi viaje con algunos clientes que se han
sentado a mi lado y les cuento la comida de Le Perdon. Voy a orinar,
coger agua y salir en dirección a Lilia.
Ya sé que estoy retrocediendo, pero no quiero perderme la salida del fiordo y la costa siguiente. No sé si comeré allí. Salgo del bar y entro en la oficina de Turismo.
Aunque no tienen el mapa que me interesa para
seguir cuando se me acabe el que llevo, al menos me echan el tampón
en mi diario, en el que leo: “Office de Tourisme du Pays des Abers”
con las dos poblaciones más importantes: Plouguerneau y Lannilis.
Antes de las doce ya estoy saliendo de Plouguerneau, siguiendo la
flecha indicadora en dirección a Lilia.
Ya sé que estoy retrocediendo, pero no quiero perderme la salida del fiordo y la costa siguiente. No sé si comeré allí. Salgo del bar y entro en la oficina de Turismo.

Lilia. Route du
Phare.
Del lado por donde voy, sólo ofrece una ventana en lo alto, pero cuando abordo el otro lado, ya aparecen tres más que no acabo de entender qué finalidad tienen. Aunque llego más cerca del edificio, no veo ni encuentro a nadie para preguntar.
Por fin llego a Lilia, a la zona de la iglesia, antes de que dé la una. Saco foto de la iglesia pero no la puedo visitar. En esa zona no hay ni un restaurante y sólo ofrece una crepería en la playa. Va a ser el lugar donde comeré, hago comida barata y pago 10 € que pago con Visa. Tostada de chèvre (queso de cabra) con verduras y ensalada, dos lonchas de cerdo con arroz blanco y salsa salpimentada y, de postre, puré de manzana con nata. Me he sentado a comer y la mesa es muy inestable, así que me cambio. Como es la única que ya queda libre, voy advirtiendo del fallo a todo aquel que intenta sentarse allí. Finalmente, acaba sentándose una pareja a la que parece no importarle su vaivén. A mi lado hay otra pareja que, muy observadora, está atenta a mis movimientos, pero que no me dice nada.
La rada del Aber Wrac’h
y el Phare de Île Vierge.
Me voy del restaurante
y trato de acercarme a la rada del fiordo. Veo que voy a tener muchas
dificultades para llegar a verla, por lo que bajo a la playa y me voy
camino del faro.
No me importa mucho, porque ayer ya la vi desde el lado de Landéda, y tras dejar atrás la península de Santa Margarita. Con todo, consigo ver algo de la bocana del Aber Wrac’h, con playas e islotes que configuran un entorno natural muy especial.
El camino a borde de mar me volverá a acercar a la parte de Plouguerneau que está en la costa, pero lo más curioso va a ser las diversas posiciones que voy a ver del faro de Isla Virgen que está en un islote hacia el mar. Lo voy a ir viendo de más cerca, de más lejos y de más cerca de nuevo, pero siempre muy alejado de mi posición.
Ya estoy dejando atrás Les Abers (Los Fiordos) y acercándome a la Côte des Légendes (Costa de Leyendas), a donde llegaré mañana. El sendero junto a la playa es bueno y no lo abandono hasta llegar al lugar que llaman dunas de Vougot.
Una vez que he salido del entorno del faro Île Vierge, el camino me ofrece una especie de túnel de arbustos y árboles que me agrada. Este camino me obliga a salir a carretera donde, en un cruce, la señal blanca y roja no me da otra opción que tirar hacia la izquierda. Creía que ya había acabado con el faro, pero me vuelvo a dar con él de bruces.
Imposible perderlo de vista. Si observamos las distintas fotos que voy sacando del faro de isla Virgen, se puede ver otro menor que ha ido cambiando de posición. Primero estaba a la izquierda del gran faro, luego queda oculto por el mismo y, ahora, lo veo a su derecha. Eso da una idea del recorrido que, aunque lejano, voy haciendo en derredor.
Es evidente que el farito blanco queda por detrás del grande, aunque tampoco sé su tamaño ya que, al estar más alejado hacia el mar, la perspectiva me puede guardar malas pasadas y equivocarme.

A lo mejor el faro blanco es tan grande como el que estoy viendo en primer término y, además, ser el auténtico phare de Île Vierge.

Un túmulo rocoso me tapará durante un rato una buena parte del horizonte. Alguna roca, que veo a continuación, adquiere formas pintorescas.
Llego al punto costero más próximo al faro y ahora sí que puedo hablar con propiedad. El faro blanco es mucho menor que el gris y que, como ya va ocurriendo en otros lugares, como en Saint Mathieu, el principal y más alto es el verdadero faro, ya que en él está la linterna que emite los rayos luminosos que orientan a las embarcaciones y el pequeño y blanco es donde la armada tiene sus rádares y demás receptores de señales.
El primero puede ser civil, pero el segundo siempre será militar. En el camino, no he conseguido ver ni la chapelle de Saint Michel, ni la de Saint Laurent. La costa mantiene la misma tónica. No hay playas de arena, sólo rocas y piedras alternando con suelo de marisqueo.
Alguna más, de las grandes rocas, sigue ofreciendo formas curiosas. En la última foto que saco desde aquí, ya se empieza a ver a lo lejos lo que en mi mapa llaman Côte des Légendes pero que, otro entrante de mar, aunque mucho menor que los dos aber que he dejado atrás, va a impedir que llegue allí hoy.
No me va a importar, puesto que la experiencia de Guissény con Gwenolé y Charlotte, va a pasar a ser, como fue la de Audierne con Audrey, otro hito en mi viaje.
No me importa mucho, porque ayer ya la vi desde el lado de Landéda, y tras dejar atrás la península de Santa Margarita. Con todo, consigo ver algo de la bocana del Aber Wrac’h, con playas e islotes que configuran un entorno natural muy especial.
El camino a borde de mar me volverá a acercar a la parte de Plouguerneau que está en la costa, pero lo más curioso va a ser las diversas posiciones que voy a ver del faro de Isla Virgen que está en un islote hacia el mar. Lo voy a ir viendo de más cerca, de más lejos y de más cerca de nuevo, pero siempre muy alejado de mi posición.
Ya estoy dejando atrás Les Abers (Los Fiordos) y acercándome a la Côte des Légendes (Costa de Leyendas), a donde llegaré mañana. El sendero junto a la playa es bueno y no lo abandono hasta llegar al lugar que llaman dunas de Vougot.
Una vez que he salido del entorno del faro Île Vierge, el camino me ofrece una especie de túnel de arbustos y árboles que me agrada. Este camino me obliga a salir a carretera donde, en un cruce, la señal blanca y roja no me da otra opción que tirar hacia la izquierda. Creía que ya había acabado con el faro, pero me vuelvo a dar con él de bruces.
Imposible perderlo de vista. Si observamos las distintas fotos que voy sacando del faro de isla Virgen, se puede ver otro menor que ha ido cambiando de posición. Primero estaba a la izquierda del gran faro, luego queda oculto por el mismo y, ahora, lo veo a su derecha. Eso da una idea del recorrido que, aunque lejano, voy haciendo en derredor.
Es evidente que el farito blanco queda por detrás del grande, aunque tampoco sé su tamaño ya que, al estar más alejado hacia el mar, la perspectiva me puede guardar malas pasadas y equivocarme.
A lo mejor el faro blanco es tan grande como el que estoy viendo en primer término y, además, ser el auténtico phare de Île Vierge.
Un túmulo rocoso me tapará durante un rato una buena parte del horizonte. Alguna roca, que veo a continuación, adquiere formas pintorescas.
Llego al punto costero más próximo al faro y ahora sí que puedo hablar con propiedad. El faro blanco es mucho menor que el gris y que, como ya va ocurriendo en otros lugares, como en Saint Mathieu, el principal y más alto es el verdadero faro, ya que en él está la linterna que emite los rayos luminosos que orientan a las embarcaciones y el pequeño y blanco es donde la armada tiene sus rádares y demás receptores de señales.
El primero puede ser civil, pero el segundo siempre será militar. En el camino, no he conseguido ver ni la chapelle de Saint Michel, ni la de Saint Laurent. La costa mantiene la misma tónica. No hay playas de arena, sólo rocas y piedras alternando con suelo de marisqueo.
Alguna más, de las grandes rocas, sigue ofreciendo formas curiosas. En la última foto que saco desde aquí, ya se empieza a ver a lo lejos lo que en mi mapa llaman Côte des Légendes pero que, otro entrante de mar, aunque mucho menor que los dos aber que he dejado atrás, va a impedir que llegue allí hoy.
No me va a importar, puesto que la experiencia de Guissény con Gwenolé y Charlotte, va a pasar a ser, como fue la de Audierne con Audrey, otro hito en mi viaje.
Korejou. Rescate en
helicóptero.
Korejou no sé si es el
nombre que dan al primer cabo de la siguiente bahía, o el nombre de
la playa.
Cuando estoy llegando, veo un helicóptero que hace prospección desde el aire. Primero en tierra y después en el mar. Luego veo a los bomberos y después a la policía. Un adulto da instrucciones a unos jóvenes, probablemente expertos nadadores. Por lo que “pesco” de la conversación parece que está seleccionando al mejor nadador para que inicie la tarea más difícil y arriesgada. Da la impresión de que alguien se encuentra en peligro en el mar, o se haya ahogado ya, y lo que pretenden es rescatarlo. En cualquier caso, salvar al náufrago o rescatar su cadáver, son tareas para el mejor.
Sea vivo o difunto, quien mejor lo va a hacer va a ser el joven con mejores condiciones y más experto nadador de todo el grupo. Si lo rescatan cadáver, será mi segundo muerto del viaje. Un poco excesivo para mis estadísticas. El helicóptero hace varias pasadas mientras yo sigo caminando hacia el Este, por detrás de playas con rocas. Ni en espacios abiertos, ni en cerrados, consigo ver a ningún nudista que esté practicando nudismo. Luego, cuando pregunte a Charlotte, me dirá que por aquí no hay ninguna playa autorizada para nudismo, cuando le he dicho que, en lugar discreto, me he desnudado en las dunas de Vougot.
Cuando estoy llegando, veo un helicóptero que hace prospección desde el aire. Primero en tierra y después en el mar. Luego veo a los bomberos y después a la policía. Un adulto da instrucciones a unos jóvenes, probablemente expertos nadadores. Por lo que “pesco” de la conversación parece que está seleccionando al mejor nadador para que inicie la tarea más difícil y arriesgada. Da la impresión de que alguien se encuentra en peligro en el mar, o se haya ahogado ya, y lo que pretenden es rescatarlo. En cualquier caso, salvar al náufrago o rescatar su cadáver, son tareas para el mejor.
Sea vivo o difunto, quien mejor lo va a hacer va a ser el joven con mejores condiciones y más experto nadador de todo el grupo. Si lo rescatan cadáver, será mi segundo muerto del viaje. Un poco excesivo para mis estadísticas. El helicóptero hace varias pasadas mientras yo sigo caminando hacia el Este, por detrás de playas con rocas. Ni en espacios abiertos, ni en cerrados, consigo ver a ningún nudista que esté practicando nudismo. Luego, cuando pregunte a Charlotte, me dirá que por aquí no hay ninguna playa autorizada para nudismo, cuando le he dicho que, en lugar discreto, me he desnudado en las dunas de Vougot.
Playa y dunas de
Vougot.
Abandonada la zona de
rescate, donde trabajan nadadores, helicóptero, bomberos y policía,
me dirijo hacia la siguiente playa. Es muy probable que los nadadores
sean bomberos o gente preparadas por los bomberos, ya que éstos
suelen ser los que se encargan de los puestos de salvamento y
socorrismo en los puntos de vigía de las playas. Pero también
pueden ser policías, pues en alguna playa, como ocurrió después de
Guérande, eran policías los que vigilaban. La playa ya está
cercana a núcleo de población, que veo hacia el Este, pero como antes hacia
el interior. Ahora no veo que esto se produce a consecuencia de que
estoy llegando a la bahía de Tressény, que es el entrante de mar
del que antes he hablado. Aquí, cada vez más, el GR-34 se va
alejando de la playa. Ahora que estoy llegando a una playa de arena
fina, bonita e interesante para mí puesto que me apetece darme un
baño, resulta que el camino me la quiere hacer desaparecer de mi
vista. Como el camino coge cierta altura, me doy cuenta del entrante
de mar que es lo que está originando que el camino se escore a
la derecha, puesto que no voy a poder continuar hacia la playa que veo
al otro lado. No podré pasar por allí hasta mañana. En la cima de
las dunas de Vougot me encuentro con una familia. El patriarca me
dice que el pueblo que veo es Guissény. A mi no me cuadra, pues ese
nombre, en mi mapa, me parece que está más lejano. Pero él sabe y
tiene razón. Lo que a mi me equivoca es que sólo estoy viendo el
primer entrante de mar y no el segundo.

Olvidándome de las señales, que me van a llevar a donde ahora no quiero ir, voy bajando hacia la playa. En zona intermedia entre la familia y un pescador de orilla que tiene a la par un grupo que dormita, y apartándome algo del camino y acercándome a las hierbas de la duna, extiendo mi toalla, cuyo siete se va agrandando, me desnudo y me acerco a la orilla. Después de que ya he venido un rato descalzo, y tras tantos días sin baño, tengo que restregarme bien los pies con el agua del mar y la arena, pues están muy guarretes.
Los paseantes de orilla ya se
han alejado y me puedo dar un baño rápido. Regreso a mi sitio en la
duna y allí, agachado, me seco al aire libre. Prefiero estar
acuclillado que llamando la atención de pie. Una vez seco, me tumbo
en la toalla. Estoy tomando el sol cuando una mujer aparece por el
camino de la duna. No sé si me ha visto o no, pero ella hace como si
no me hubiera visto.
Cuando regresa por el mismo sitio, actúa de la misma manera. Me pongo el bañador y oteo desde el alto de la duna. Desde allí veo varios caminos que se orientan hacia Guissény. Habrá que intentar ir por ellos. Ya he descansado una hora, así que bajo de nuevo a la arena, me visto y me voy por la playa.
Sigo caminando hacia el Este por la playa Vougot, que va tomando una dirección a Nordeste. El pequeño grupo que dormitaba, ni se mueve cuando paso. Sólo una joven se ha bañado. Más adelante, un grupo de jóvenes recoge sus dos tiendas de campaña. Probablemente hayan pasado aquí la noche. Ésta o alguna más. Se ve claro que si las prohibiciones de acampar en las playas no se persiguen, los que las incumplen seguirán haciéndolo. La última parte de la playa se haya infectada ya con las algas verdes, depositadas como detritus por la contaminación de las granjas porcinas.
Como sé que es zona poco recomendada para baño y como ya me he dado un chapuzón, no tengo necesidad de hacerlo donde no debo. Saco foto desde el recodo, empiezan a aparecer piedras, subo por la duna y salgo al camino.
Olvidándome de las señales, que me van a llevar a donde ahora no quiero ir, voy bajando hacia la playa. En zona intermedia entre la familia y un pescador de orilla que tiene a la par un grupo que dormita, y apartándome algo del camino y acercándome a las hierbas de la duna, extiendo mi toalla, cuyo siete se va agrandando, me desnudo y me acerco a la orilla. Después de que ya he venido un rato descalzo, y tras tantos días sin baño, tengo que restregarme bien los pies con el agua del mar y la arena, pues están muy guarretes.
Cuando regresa por el mismo sitio, actúa de la misma manera. Me pongo el bañador y oteo desde el alto de la duna. Desde allí veo varios caminos que se orientan hacia Guissény. Habrá que intentar ir por ellos. Ya he descansado una hora, así que bajo de nuevo a la arena, me visto y me voy por la playa.
Sigo caminando hacia el Este por la playa Vougot, que va tomando una dirección a Nordeste. El pequeño grupo que dormitaba, ni se mueve cuando paso. Sólo una joven se ha bañado. Más adelante, un grupo de jóvenes recoge sus dos tiendas de campaña. Probablemente hayan pasado aquí la noche. Ésta o alguna más. Se ve claro que si las prohibiciones de acampar en las playas no se persiguen, los que las incumplen seguirán haciéndolo. La última parte de la playa se haya infectada ya con las algas verdes, depositadas como detritus por la contaminación de las granjas porcinas.
Como sé que es zona poco recomendada para baño y como ya me he dado un chapuzón, no tengo necesidad de hacerlo donde no debo. Saco foto desde el recodo, empiezan a aparecer piedras, subo por la duna y salgo al camino.
Baie de Tressény.
Hasta la rada voy por
caminos de dunas, que me llevan hasta el GR-34. Ya no lo abandono,
puesto que hay una especie de dique y no debo descuidarme. El GR me
lleva hacia el dique, que separa la parte marina, con playa sin agua
por la bajada de la marea, de la parte de lagunas fluviales, donde
sestea una gran patada (manada de patos).
Desde la altura de la duna, saco foto de la bahía de Tressény hacia la bocana. El mar ha huído lejos. No volverá hasta la siguiente pleamar. Todavía tardaré media hora en llegar a Guissény. Saliéndome del GR, entro en carretera urbana, por la que circula una trilladora que casi ocupa toda la calzada.
Los coches se apartan para dejarle paso, y yo también hago lo mismo, si no quiero convertirme en grano y ser triturado como harina. Prefiero estar hecho polvo, a que me espolvoree algún panadero o pastelero. Aunque acabaré durmiendo en casa de panaderos.
Desde la altura de la duna, saco foto de la bahía de Tressény hacia la bocana. El mar ha huído lejos. No volverá hasta la siguiente pleamar. Todavía tardaré media hora en llegar a Guissény. Saliéndome del GR, entro en carretera urbana, por la que circula una trilladora que casi ocupa toda la calzada.
Los coches se apartan para dejarle paso, y yo también hago lo mismo, si no quiero convertirme en grano y ser triturado como harina. Prefiero estar hecho polvo, a que me espolvoree algún panadero o pastelero. Aunque acabaré durmiendo en casa de panaderos.
Guissény. Oficina
de Turismo.
Es por esta carretera
por la que entro y leo: Guissény. Saco foto de la iglesia, pero no
os fiéis de la hora que aparece en el reloj, puesto que cuando llego
acaban de dar las siete de la tarde. Algo tarde, puesto que ya han
cerrado la oficina de turismo. He visto un PMU al llegar y pienso que
al menos allí podré comer algo. ¡Iluso!
Me asomo a Turismo, pues hay luz, ya que dentro se está celebrando una reunión de vecinos. En realidad están ofreciendo algunos productos de la región y después habrá degustación. La encargada me dice que pase. Gwenolé explica de pie, al grupo que está sentado en sillas, la bondad de los productos que se ofrecen. Mientras él explica, Charlotte me atiende. Habla un poco de castellano. Le planteo mi necesidad de encontrar alojamiento barato. La noche amenaza con lluvia. No hay “gîte” en el pueblo y habría que ir a la “ferme”, una granja, al campo. Yo prefiero quedarme a dormir en el pueblo. Termina la reunión y sacan pinchitos, como picoteo para degustar la sidra. Me ofrecen sidra pero no comida. Por lo dulce y las burbujas, me recuerda a la del Gaitero, pero aseguran que su burbuja es natural, no inyectada. Los asistentes a la reunión se van marchando y ahora es Gwenolé quien pone muchísimo interés en resolverme el problema del alojamiento. Charlotte es su jefe. Hace una llamada telefónica y me pregunta si me parece bien una cama por 25 €. Tras comprobar que tengo el dinero necesario, le digo que sí. Aún me quedan 12 € para cenar algo. Mañana tendre que sacar dinero, aunque no sé dónde. A Gwenolé se le ve muy intranquilo porque no me preocupo de la cena. Quiere que vaya a comprar al único establecimiento que hay abierto. Se trata de un “De 8:00 a huit” y ya queda poco tiempo para que den las ocho. Cuando llego al local, y no son aún ni las ocho menos cuarto, ya está cerrado. Ha resultado un “de 8 a 8” muy poco cumplidor en cuanto a horario, salvo que ésta sea una característica de los horarios bretones. Paso por el PMU y ni siquiera hacen bocatas, así que regreso a la oficina de turismo.
Me asomo a Turismo, pues hay luz, ya que dentro se está celebrando una reunión de vecinos. En realidad están ofreciendo algunos productos de la región y después habrá degustación. La encargada me dice que pase. Gwenolé explica de pie, al grupo que está sentado en sillas, la bondad de los productos que se ofrecen. Mientras él explica, Charlotte me atiende. Habla un poco de castellano. Le planteo mi necesidad de encontrar alojamiento barato. La noche amenaza con lluvia. No hay “gîte” en el pueblo y habría que ir a la “ferme”, una granja, al campo. Yo prefiero quedarme a dormir en el pueblo. Termina la reunión y sacan pinchitos, como picoteo para degustar la sidra. Me ofrecen sidra pero no comida. Por lo dulce y las burbujas, me recuerda a la del Gaitero, pero aseguran que su burbuja es natural, no inyectada. Los asistentes a la reunión se van marchando y ahora es Gwenolé quien pone muchísimo interés en resolverme el problema del alojamiento. Charlotte es su jefe. Hace una llamada telefónica y me pregunta si me parece bien una cama por 25 €. Tras comprobar que tengo el dinero necesario, le digo que sí. Aún me quedan 12 € para cenar algo. Mañana tendre que sacar dinero, aunque no sé dónde. A Gwenolé se le ve muy intranquilo porque no me preocupo de la cena. Quiere que vaya a comprar al único establecimiento que hay abierto. Se trata de un “De 8:00 a huit” y ya queda poco tiempo para que den las ocho. Cuando llego al local, y no son aún ni las ocho menos cuarto, ya está cerrado. Ha resultado un “de 8 a 8” muy poco cumplidor en cuanto a horario, salvo que ésta sea una característica de los horarios bretones. Paso por el PMU y ni siquiera hacen bocatas, así que regreso a la oficina de turismo.
Una cena
improvisada.
Digo a Gwenolé el
resultado de mis pesquisas y le doy la razón en cuanto a su
preocupación por que hoy me iba a quedar sin cenar. Pero él y
Charlotte, recopilan en una caja lo que ha sobrado del ágape. Lo mejor son los trozos de pepino y calabacín en barritas que, untado en una
salsa, era lo más rico del picoteo. Pero la salsita se ha acabado
pronto. La bandeja-cestillo tiene asas y Gwenolé me la va llenando
con las sobras. Lo que pone son banderillas de pasta de salmón (que
no me gusta, pero a las que hoy no voy a hacer ascos), pedazos de
pan, la verdura sobrante en tiras que, a lo ya dicho, hay que añadir
pimiento verde y zanahoria y algún tomatito cherry redondo y también de los
alargados. Estaba rechazando el tarrito de miel que me estaban
ofreciendo pero, finalmente, lo acepto. Me estaban diciendo que era
una miel muy rica y por la noche comprobaré que están en lo cierto.
Hay que hacer aprecio a los productos de la región. Saco foto de la
caja con los obsequios.
Mientras Gwenolé entra en la oficina con una chica que les ha ayudado en la presentación, Charlotte se dirige donde ellos. Para propaganda, una muestra de la botella vacía de la sidra bretona que he probado. Se trata de una “cidre” Lorisac Brut. Tras el cierre de la oficina, se fuman un cigarrillo de liar con filtro y Charlotte nos saca una foto, para el recuerdo y para mi blog. En ella aparece Gwenolé con el caminante. Han alucinado con mi viaje. Charlotte es la jefa del área y no quiere salir en la foto. Se ve que la jefa y el empleado se llevan bien, tienen buen "rollito". Es magnífico que algo así ocurra entre personas que por obligación tienen que trabajar juntas. Me acompañan a la casa en que voy a dormir y me llevo también lo que queda del zumo de naranja.
Mientras Gwenolé entra en la oficina con una chica que les ha ayudado en la presentación, Charlotte se dirige donde ellos. Para propaganda, una muestra de la botella vacía de la sidra bretona que he probado. Se trata de una “cidre” Lorisac Brut. Tras el cierre de la oficina, se fuman un cigarrillo de liar con filtro y Charlotte nos saca una foto, para el recuerdo y para mi blog. En ella aparece Gwenolé con el caminante. Han alucinado con mi viaje. Charlotte es la jefa del área y no quiere salir en la foto. Se ve que la jefa y el empleado se llevan bien, tienen buen "rollito". Es magnífico que algo así ocurra entre personas que por obligación tienen que trabajar juntas. Me acompañan a la casa en que voy a dormir y me llevo también lo que queda del zumo de naranja.
Cenar y dormir en la
casa de la panadera.
La casa está cerca.
Subimos al tercer piso, pero no hay nadie. Gwenolé les había dicho
que iríamos a las ocho, pero son las 20:15 horas. Llaman en el piso
de abajo y sube una mujer con la llave. Llave innecesaria puesto que
el piso estaba abierto. Todo el piso es para mí. Delante de ellos le
pago los 25 € acordados, para que no haya problemas ni
malentendidos. Me despido de la mujer y agradecido de mis dos
benefactores, Gwenolé y Charlotte. Ya solo en la casa, hago uso de
la mesa de la cocina. Para cenar y escribir. Cojo dos perchas del
armario. Lavo la ropa y la cuelgo con ellas en el toallero del baño.
Me ducho. Al principio el agua sale muy caliente y no sé cómo
regularla. Enseguida lo logro. Es muy fácil. La dejo templada y me
restriego bien los pies, que es lo que mas sucio traigo. Olvido darme
el aloe-vera y me lo daré mañana.
Además de lo dicho, como también algunos trozos de pan con la miel bretona y casi todo el pastel bretón, que no he dicho y también me han dado. Dejaré un trozo pequeño y panecillos para el desayuno de mañana. Tomo la medicina y un vaso de zumo de naranja. Empiezo a escribir, pero me caigo de sueño. Me voy a la cama, donde ya había ido a despojarla de la colcha, que he dejado en el sofá de la sala comedor. Son las 22:30 y ya es hora de dormir. Ajusto la ventana en chaflán. Es de las de tipo lucernario y no la cierro del todo. Me he secado tras la ducha con mi toalla y la cuelgo del estor de la ventana. Por la mañana, amanecerá seca. Presenta muchas transparencias, así que calculo que tengo toalla para poco. Confío en que aguante lo que me queda de viaje. Van a ser una docena de días más. La manta me viene bien, aunque da mucho calor. Para antes de acostarme ya ha empezado a llover. Menos mal que estoy a buen recaudo y protegido bajo techo.
Además de lo dicho, como también algunos trozos de pan con la miel bretona y casi todo el pastel bretón, que no he dicho y también me han dado. Dejaré un trozo pequeño y panecillos para el desayuno de mañana. Tomo la medicina y un vaso de zumo de naranja. Empiezo a escribir, pero me caigo de sueño. Me voy a la cama, donde ya había ido a despojarla de la colcha, que he dejado en el sofá de la sala comedor. Son las 22:30 y ya es hora de dormir. Ajusto la ventana en chaflán. Es de las de tipo lucernario y no la cierro del todo. Me he secado tras la ducha con mi toalla y la cuelgo del estor de la ventana. Por la mañana, amanecerá seca. Presenta muchas transparencias, así que calculo que tengo toalla para poco. Confío en que aguante lo que me queda de viaje. Van a ser una docena de días más. La manta me viene bien, aunque da mucho calor. Para antes de acostarme ya ha empezado a llover. Menos mal que estoy a buen recaudo y protegido bajo techo.
Balance de un día
que ha finalizado en buen lugar: Guissény.
Como ya anunciaba al
inicio de la jornada, lo mejor del día ha sido el atardecer y la
noche. Encontrar en Guissény a Charlotte y a Gwenolé, que se han
desvivido para hacerme grata la estancia en su pueblo, en una hora
del día en que las cosas no se estaban presentado favorables a mí,
ha sido el mayor acierto de la jornada. A Audierne también llegué
cuando la oficina de turismo ya se había cerrado y me resultó igual
de bien. Pero no es bueno tentar tanto a la suerte. También ha
estado bien el baño en el mar, después de varios días sin haber
podido hacerlo, y aunque haya sido uno de los rápidos, de los de
entrar y salir. He estado a gusto en el desayuno. La comida se puede
considerar que ha sido de subsistencia y, aunque la de la noche
también, esta última tiene un plus que la ha convertido en
extraordinaria.
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