Etapa 66 (357a) Epílogo. 13 de agosto de 2012, lunes.
Último día en Saint Brieuc.
Hoy va a ser un día en que tomo tres paracetamoles para ver
si logro llegar sano a Irun. La tos no acaba de remitir. Hago un doble desayuno
yo solo y, a última hora, baja la familia. Ayer Gwen me dio horario de
autobuses. No lo utilizaré. También un plano de la ciudad, con el que me voy
orientando bien.
Segunda visita a
Saint Brieuc.
Bajo con intención de reconciliarme con la ciudad que ayer
me pareció tan inhóspita. La visita a la iglesia y la comida en la cocina del
mercado, fueron como para no olvidar. Como para no volver. Las imágenes
tenebrosas de dolor de la catedral, en un edificio mezcla de eclesial y de
fortaleza, me causaron pavor. Volví a los infiernos de mi niñez. Hoy hago otro
recorrido. Entro a la ciudad por otro lado.
Un conjunto de casas propias de Bretaña, como las que vi en Nantes, Rennes y, este año, en Vannes y Tréguier. Me gustan estas fachadas con entramado de viguería cruzada, que se repite en País Vasco, sin ir más lejos, en Hondarribia.

Aunque no entro en la iglesia, merodeo por la plaza, por la zona donde se desarrollará la vida nocturna que tampoco veré. Dos visiones que completan el exterior de la catedral.
Llego a un portón que permite la comunicación entre las plazas. Me voy reconciliando con la ciudad. Paso por el lugar donde malcomí ayer. En Turismo no está la chica que me atendió ayer, pero agradezco a la que está ahora. En un Tabac-Presse-Lotto, compro 29 postales de 35 céntimos y consigo que me regalen una. Pago 10,14 €. Me he quitado toda la calderilla y me perdonan unos céntimos. Paso por la estación para memorizar el camino y mañana venir del albergue más directo y sin titubeos.
Voy grabando las claves en mi mente. Paso por el edificio de las Finanzas francesas que mencioné ayer con forma de barco y ahora lo fotografío. Algo me recuerda al Guggenheim.
Un conjunto de casas propias de Bretaña, como las que vi en Nantes, Rennes y, este año, en Vannes y Tréguier. Me gustan estas fachadas con entramado de viguería cruzada, que se repite en País Vasco, sin ir más lejos, en Hondarribia.
Aunque no entro en la iglesia, merodeo por la plaza, por la zona donde se desarrollará la vida nocturna que tampoco veré. Dos visiones que completan el exterior de la catedral.
Llego a un portón que permite la comunicación entre las plazas. Me voy reconciliando con la ciudad. Paso por el lugar donde malcomí ayer. En Turismo no está la chica que me atendió ayer, pero agradezco a la que está ahora. En un Tabac-Presse-Lotto, compro 29 postales de 35 céntimos y consigo que me regalen una. Pago 10,14 €. Me he quitado toda la calderilla y me perdonan unos céntimos. Paso por la estación para memorizar el camino y mañana venir del albergue más directo y sin titubeos.
Voy grabando las claves en mi mente. Paso por el edificio de las Finanzas francesas que mencioné ayer con forma de barco y ahora lo fotografío. Algo me recuerda al Guggenheim.
Les Villages. Geant
Casino.
Voy en busca de alimento para comer y cenar. Llegando a la
iglesia de Les Villajes, saco foto de un tronco desmochado que, aunque no se le
ve herido por ningún rayo, ni en su mitad podrido, sí le asoma una ramita
verdecida y me sirve para reconciliarme y recordar agradecido a Antonio
Machado.
Se hace camino al andar. Antes de ir al supermercado, saco una foto
más cercana de la iglesia, que no puedo visitar por estar cerrada.
Una mujer me dice que no me pene, pues no tiene nada de interés. Entro al Centro Comercial, pero me equivoco ya que, en el previo, no hay nada de alimentación. Después, en un supermercado que desconoces, se pierde mucho tiempo en encontrar las cosas que quieres. Más si no sabes lo que quieres y que vas seleccionando sobre la marcha con intención de volver donde has fichado alguna alternativa. Tampoco es fácil decidir qué vas a comer y cenar para que ni te sobre ni te falte. Es una pérdida de tiempo, pero le tengo que dedicar todo el necesario. Veo un pan con cereales al mismo precio que el normal y me animo a cogerlo, encuentro un bote de lentejas, unas tejas de almendra de postre, queso mascarpone con gorgonzola, como ingrediente con reminiscencias peliculeras. Lechuga, dos tomates, un pepino y una botella de sidra. Como cenaré con la familia feliz, llevo una piruleta para Violette, aunque consultaré previamente a sus padres. Espero que lo comprado sea suficiente y no me sobre nada. Los 26,88 € que pago en el Geant, van a ser los últimos que pague con Visa de mi viaje veraniego de 2012. En Rennes no haré ningún gasto. En Nantes y Bordeaux me iré gastando 14,20 € pero lo pagaré en dinero efectivo. Cuando haga las cuentas, debo regularizar 10 € que. o los he perdido, o no sé dónde los he gastado. Un error imperdonable en alguien que fuera contable, pero que confirma la regla del orden en controlar mis pagos. También he sacado 200 € que me permiten tener la seguridad de que no voy a pasar penurias financieras, aunque me repatea tener que dar 8 € al banco por sacar un dinero que es mío. Y para terminar el tema de mis cuentas, el resumen final de gasto va a ser de pagos en efectivo 611,98 €, con Visa 2.223,03, que hacen un total de 2.835,01 €. Para que el coste final del viaje sea más exacto, tendría que añadir el pago del 33% de la factura que me llegará del hospital de Douarnenez por 23 € y por el que el 5 de octubre pagaré en el Tesoro Público de Hendaye 6,90 € y descontar lo que la Seguridad Social me devolverá por las medicinas pagadas en la farmacia de Douarnenez 14,83 €. Las recibo el 19 de octubre, mucho antes de lo que me habían vaticinado.
Una mujer me dice que no me pene, pues no tiene nada de interés. Entro al Centro Comercial, pero me equivoco ya que, en el previo, no hay nada de alimentación. Después, en un supermercado que desconoces, se pierde mucho tiempo en encontrar las cosas que quieres. Más si no sabes lo que quieres y que vas seleccionando sobre la marcha con intención de volver donde has fichado alguna alternativa. Tampoco es fácil decidir qué vas a comer y cenar para que ni te sobre ni te falte. Es una pérdida de tiempo, pero le tengo que dedicar todo el necesario. Veo un pan con cereales al mismo precio que el normal y me animo a cogerlo, encuentro un bote de lentejas, unas tejas de almendra de postre, queso mascarpone con gorgonzola, como ingrediente con reminiscencias peliculeras. Lechuga, dos tomates, un pepino y una botella de sidra. Como cenaré con la familia feliz, llevo una piruleta para Violette, aunque consultaré previamente a sus padres. Espero que lo comprado sea suficiente y no me sobre nada. Los 26,88 € que pago en el Geant, van a ser los últimos que pague con Visa de mi viaje veraniego de 2012. En Rennes no haré ningún gasto. En Nantes y Bordeaux me iré gastando 14,20 € pero lo pagaré en dinero efectivo. Cuando haga las cuentas, debo regularizar 10 € que. o los he perdido, o no sé dónde los he gastado. Un error imperdonable en alguien que fuera contable, pero que confirma la regla del orden en controlar mis pagos. También he sacado 200 € que me permiten tener la seguridad de que no voy a pasar penurias financieras, aunque me repatea tener que dar 8 € al banco por sacar un dinero que es mío. Y para terminar el tema de mis cuentas, el resumen final de gasto va a ser de pagos en efectivo 611,98 €, con Visa 2.223,03, que hacen un total de 2.835,01 €. Para que el coste final del viaje sea más exacto, tendría que añadir el pago del 33% de la factura que me llegará del hospital de Douarnenez por 23 € y por el que el 5 de octubre pagaré en el Tesoro Público de Hendaye 6,90 € y descontar lo que la Seguridad Social me devolverá por las medicinas pagadas en la farmacia de Douarnenez 14,83 €. Las recibo el 19 de octubre, mucho antes de lo que me habían vaticinado.
Regreso al albergue y
comida.
El recorrido hacia el albergue, está perfectamente indicado
desde el Centro Comercial y llego sin ninguna dificultad. Me meto en la cocina
y preparo media lechuga, un tomate y medio pepino. Caliento media lata de
lentejas y trituro el mondongo de carne contenida para que se distribuya bien
entre las lentejas. Queda un plato muy rico. La ensalada la aderezo con un
vinagre de chalota que encuentro, bastante flojo, pues no me atrevo a empezar
el balsámico de Módena de mis amigos, aunque sí su aceite. Es muy bueno. Aunque
me han dejado la sartén, los dos filetes los dejo para compartir por la noche.
Como un plátano de postre y me hago un chocolate soluble con el agua que se ha
calentado Simone, la marsellesa, para su infusión. He intercambiado unas
palabras con ella, pero subo a mi habitación para poner señas a las postales
que me quedan por mandar. Las otras once ya las he depositado en La Poste. Mientras escribo,
empieza a llover. Me alegro que sea ahora, pues ya estoy a cobijo, pero lo
siento por el trío de amigos que han alquilado bicis para hacer una pequeña
excursión.
El último dibujo.
El último dibujo.
Cuando me canso de escribir, bajo al patio para buscar un
motivo para dibujar. Un hombre espera en recepción la llegada de Gwen. Hace
tiempo para formalizar la inscripción hablando conmigo. También es del sur de
Francia, creo recordar que me dice que vive en Toulouse. Ha venido desde allí
en bici. No sé si de una tirada o en varias etapas, pues desconozco el tiempo
que se necesita para hacer ese recorrido. Ha llegado hecho polvo arrastrando
sus pesadas faltriqueras. Se llama Javier, parece que lo escribe como yo, y le
digo que a lo mejor le meten en la misma habitación que a mí. Me dice que no,
pues tiene intención de montar la tienda. No sabía que éste, además de
albergue, también se podría utilizar como camping. Llega Gwen y yo me voy hacia
el mini-golf. Allí me pongo a dibujar. Elijo como motivo parte de los dos
edificios con un antiguo horno de pan, que sitúo en lugar central del dibujo.
Es el lugar donde Javier montará su tienda. Empieza a chispear de nuevo, pero
me da tiempo a finalizar mi dibujo a pincel.
Un rato de charla con
Gwen.
Le cuento que ya he ido a reconciliarme con Saint Brieuc y me
lamento por no haber coincidido con ningún espectáculo cultural, nada musical.
Le pido el ordenador para poder mandar un mensaje de culminación de viaje a todos
los amigos de los que sólo dispongo de correo electrónico y, aunque no es
habitual, accede. Si llegara algún cliente, se lo tendría que dejar. Aunque lo
intento, no consigo enviarlo con los nombres ocultos, a pesar de la
recomendación de mi hermana, y no me lleva más de cinco minutos. Agradezco a
Gwen el favor y me voy para continuar escribiendo las postales. Como Gwen no se
va hasta las nueve, dice que pasará por la cocina para despedirse. Terminadas
de escribir las postales, bajo a la cocina.
Cena exterior en el
ocaso del día.
Padre e hija han recogido palitos del suelo y hecho un fuego
para la barbacoa. Será un fuego adecuado para sus pinchos morunos, pero
arruinarán mis dos filetes, que no se podrán hacer “bleu”, sangrantes. Me
ofrecen una especie de couscous, pero yo prefiero comer lo que me queda de
ensalada, y la sobrante del mediodía media lata de lentejas. Éstas las comparto
con Violette, quien se verá muy contenta con la piruleta de gominolas que le he
regalado. Se nos ha incorporado Simone pero, entre que va a su bola y que no
hace ningún esfuerzo para que yo le entienda lo que dice, lo único grato de su
presencia es que me ha ofrecido un vaso de vino de la botella que ha abierto
sólo para ella. Simone parece que habla sola, como si se estuviera dando
auto-instrucciones. A lo mejor su comportamiento es debido a que le da al
morapio pues, más tarde, nos contará una historia de un albergue en que aseos y
duchas eran a compartir por hombres y mujeres, donde un hombre estaba allí en
gayumbos tan ricamente y sin sentir pudor alguno. Conversamos algo con
coherencia, pero va a ser una cena bien distinta de la de la noche anterior, donde la
única que demandaba atención era Violette. Hoy la atención la debe compartir
también con Simone.
Saco una foto con el sol de ocaso, ya escondido entre las casas, un rojo atardecer, y a Philippe entretenido con Violette en mantener el fuego y controlar para que no se quemen sus pinchos morunos. Sabine espera en la mesa con todo listo para empezar a cenar. Casi en los postres, Violette se termina de comer las lentejas, ya frías. Como algo del mascarpone-gorgonzola, abro y reparto las tejas de almendra. Las 4-5 que quedan, junto al resto de queso, algo de pan y el plátano los guardo en el Frigo para llevármelos mañana para comer en el tren de regreso, pero se me olvidarán allí y, supongo, al pasar algunos días alguien se lo comerá o tirará a la “poubelle”, cubo de la basura. Llega Gwen y nos despedimos. Ya tengo el teléfono para empezar en este albergue el próximo verano. Haré la reserva con tiempo suficiente, pero Gwen ya no estará aquí de recepcionista. Nos despedimos hasta el desayuno de mañana. Continúo con cinco postales más y me acuesto. Mañana acabaré las cuatro restantes. Sé que este año no he mandado postal a algunos fijos de otros años, y lo he sustituido por e-mail. Cierro la ventana y dejo la manta puesta, aunque la retiro de madrugada. Lo mismo hice ayer noche, por el exceso de calor. Durante la noche oigo llover y también al amanecer. Esta noche no he visto ni luna, ni estrellas. Bajo dos veces al retrete para orinar, sólo cubro mi cintura con la toalla. Dejo la puerta de la habitación abierta y la luz encendida para poder ver la salida. Espero no encontrarme con Simone. No le quiero escandalizar. Hoy ya, fuera de camino, no hago balance de la jornada.
Saco una foto con el sol de ocaso, ya escondido entre las casas, un rojo atardecer, y a Philippe entretenido con Violette en mantener el fuego y controlar para que no se quemen sus pinchos morunos. Sabine espera en la mesa con todo listo para empezar a cenar. Casi en los postres, Violette se termina de comer las lentejas, ya frías. Como algo del mascarpone-gorgonzola, abro y reparto las tejas de almendra. Las 4-5 que quedan, junto al resto de queso, algo de pan y el plátano los guardo en el Frigo para llevármelos mañana para comer en el tren de regreso, pero se me olvidarán allí y, supongo, al pasar algunos días alguien se lo comerá o tirará a la “poubelle”, cubo de la basura. Llega Gwen y nos despedimos. Ya tengo el teléfono para empezar en este albergue el próximo verano. Haré la reserva con tiempo suficiente, pero Gwen ya no estará aquí de recepcionista. Nos despedimos hasta el desayuno de mañana. Continúo con cinco postales más y me acuesto. Mañana acabaré las cuatro restantes. Sé que este año no he mandado postal a algunos fijos de otros años, y lo he sustituido por e-mail. Cierro la ventana y dejo la manta puesta, aunque la retiro de madrugada. Lo mismo hice ayer noche, por el exceso de calor. Durante la noche oigo llover y también al amanecer. Esta noche no he visto ni luna, ni estrellas. Bajo dos veces al retrete para orinar, sólo cubro mi cintura con la toalla. Dejo la puerta de la habitación abierta y la luz encendida para poder ver la salida. Espero no encontrarme con Simone. No le quiero escandalizar. Hoy ya, fuera de camino, no hago balance de la jornada.
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