martes, 5 de mayo de 2015

Etapa 06 (297) Mimizan plage-Gastes


Etapa 06 (297). 13 de junio de 2012, miércoles.
Mimizan (plage Nord)-Mimizan (Bourg)-Aureilhan-Sainte Eulalie en Born-Gastes.


Hoy es día con recinto militar a soslayar y terminaré la jornada haciendo un pequeño recorrido en coche, para facilitar las cosas a quien me estaba ayudando; recorrido que mañana compensaré con creces a pie.

Regando la palmera. Saliendo de Mimizan.
Después de levantarme a orinar dos veces por la noche, vuelvo a hacerlo a las 6:45 horas. Riego la palmera, me visto, recojo mis bártulos y, para las siete, ya estoy en marcha. Saco foto de la casa, que ha sido mi techo protector del cielo lluvioso de esta noche, agradecido a sus propietarios.
 
Retrocedo por la avenida de la Côte d’Argent. Hace frío y el viento sigue su curso. Al asomarme al mar, puedo apreciar que sigue soplando y lo confirmo fotografiando las banderas, todas orientadas del mar hacia la tierra. Me escapo del viento, bajando por la calle que me vuelve a llevar a la Place du Marché y, hacia la mitad de la calle, descarga un camión con apellido vasco impreso en gran tipografía, Larzabal. Quien lo descarga está a la tarea, no le interrumpo y sigo adelante.
 

Llego a la plaza y saco una foto, para el recuerdo, desde la terraza de Le 37, donde cené, y orientada hacia la panadería donde la señora me informó equivocadamente, y con la doble casa que se anunciaba como Residence, y que no lo era. Bueno, sí era  residencia pero privada.

Larzabal de Baiona.
Cuando estoy saliendo de la plaza, baja por la calle el chaval que descargaba el camión donde he leído Larzabal.  
 
Viene andando mientras el chofer pone el motor en marcha. Le digo que el apellido Larzabal es vasco y él me responde que son de Baiona. Me añade que esto está más muerto que el País Vasco y que él trabaja como ayudante para descargar bebidas y otros materiales relacionados con la hostelería. Como el joven sabe castellano, le hablo en una mezcla que podría decirse "franñol". ¿Por qué no, si los americanos dicen “spanglish”? Llega el camión, monta y nos despedimos. ¡Buen viaje!, me desea. Luego veo a un grupo de estudiantes. Llegan en skate de camino a la escuela.

Santa Eulalia. Primera referencia.
Saliendo de la zona de playa, las señales me van orientando bien hacia la vía verde. La primera referencia que empiezo a seguir es Sainte Eulalie en Born. Me empieza a parecer que la señalización, muy bien cuidada, no es perfecta. Cojo la vía y calculo que para las nueve ya podré desayunar en el burgo de Mimizan. Donde he dormido ha sido su zona costera. Son las siete y media y la señal indica 7,2 km. Avanzo hasta la siguiente señal que encuentro en una desviación a la derecha. Indica 12,9 km. para llegar a Sainte Eulalie y a Mimizan 6,5 km . pero en sentido contrario. Creo que hay algún error y luego lo comentaré en Turismo, pero veo que me equivoco, puesto que hay dos vías verdes y yo pensaba que la que lleva al burgo de Mimizan es la misma que me va a llevar a Santa Eulalia y no es así. Un ciclista va a la escuela. Viene de un lugar que no logro entender. Me parece algo corto de luces, o todavía no ha despertado. Me propongo demostrarle que la señal está incorrecta y, al final, me da la razón. Parece que es más listo que yo y ha optado por el dicho: “a los locos hay que darles siempre la razón”. Quizás ya esté empezando a estar un poco loco, en la locura de mi viaje, en el disfrute de esta libertad que me da tanta felicidad. El camino sigue con normalidad y, por fin, doy con la valla militar.

Mimizan-Biscarrosse. Terreno militar.
La vía verde que me está llevando hacia Santa Eulalia, me acerca a la valla militar que esperaba haber encontrado antes. Ni siquiera he intentado seguir por la orilla del mar. Es muy probable que no habría tenido ningún inconveniente en continuar por las pequeñas olas  y -en marea baja pero, ¿y si al llegar a Biscarrosse la marea está alta? Saco una foto de la valla que indica zona prohibida. Leo: “Terrain Militaire, Defense d’entrer”. Esta prohibición de entrar es absurda, ya que la alambrada es lo suficientemente alta como para treparla.
 

Sería muy difícil entrar. Ni siquiera lo voy a intentar. Saco otra foto para que se vea que la vía verde, en este momento, va paralela a la zona prohibida y pronto abandonaré la vía y me escoraré hacia la derecha, ahora bien orientado, hacia Mimizan Bourg. Leo indicadores en el asfalto que van en sentido descendente: D-6,8 D-5,2 D-3,8 e intuyo que esas son las distancias que me van quedando para llegar a Mimizan. 

Pero, ya estoy entrando en las primeras casas del pueblo y una mujer en el patio-jardín de su casa me orienta hacia el centre ville. Para celebrarlo fotografío una rosa amarilla abierta, con un precioso capullo prometedor.

Mimizan Bourg. Desayuno en El Congo.
La señora me ha dicho que pasaré un puente y me despide con un efusivo: “¡courage!”. Entro en Mimizán dando las nueve en el reloj de la torre de la iglesia, tal como había previsto. Un niño repite: “dan, dan…”
 

Llego a una boulangerie y patisserie pero no tienen café, así que entro en El Congo a desayunar. Allí me informan de que es el 112 el teléfono a que debo llamar en caso de emergencia y de que no me vaya hacia la salida que me lleva a Bordeaux. Hay que llegar al Congo para que te den un buen desayuno: baguette con mantequilla y café con leche, por 2,60 €. Una amiga de la camarera, gran fumadora, está casada con uno de Irun. Llegan pocos clientes. Un matrimonio escucha mi viaje y el que hice por la península. Les gusta mi proyecto costero por Europa, me desean suerte y se van. De nuevo, empieza a llover con ganas. He cagado y recargado la botella de agua, pues la que cogí en El 37 me la he bebido por el camino.  

Gestionando para corregir una señal que está bien.
Salgo hacia el ayuntamiento para ver si alguien me escucha lo de la señal que creo está equivocada. Primero paso por la biblioteca y ficho el lugar para volver luego. En la Mairie, el recepcionista hace una llamada y me remite hacia un edificio bajo que está enfrente y que no pertenece al Departamento. Es de una organización supramunicipal. Salgo, pero vuelvo para que me ponga el sello en el diario. Me echa el del Camino de Santiago, con la figura del santo y en el que pone Prieuré Mimizan, como podéis comprobar. 
 
El muchacho me lo coloca correctamente, pero debiera haberlo puesto boca abajo, puesto que estoy haciendo un Camino contra Santiago, es decir, en dirección inversa. En el otro edificio me atiende una chica que promete trasladar mi queja para que la subsanen. ¡Tanto empeño para conseguir corregir algo que estaba bien señalado! El fallo era mío. Un fallo de percepción, al no darme cuenta de que una vía verde va por el lado Oeste del Étang d’Aureilhan y la otra por el del Este. Confío en que no corrigieran nada.
Mimizan: Biblioteca municipal. Entro en la biblioteca. Pregunto a la encargada para entrar en Internet. Me dice que hay que pagar 2 € para la semana. Parece que va a ser estricta en cumplir la norma. 
 
Le explico que vengo del País Vasco, que estoy de paso y que sólo voy a estar una hora. Hay una chica detrás de ella que me ha oído la conversación. Le dice que me deje y ella misma me acompaña. Parece que esta otra mujer tenía más poder de decisión que la primera. Ella busca la clave, me lo deja en Google y, a partir de ahí, yo ya me apaño. No consigo entrar más que en el correo de KZgunea. Borro alguno. Contesto a Philippe y le digo que estoy en Mimizan. Le pido que me mande su nuevo correo y su nueva dirección para mandarle una postal y le prometo que no iré a Lyon. También contesto una encuesta de TNS, donde me indican que mi clave es 766xxxxx, pero luego no me la piden en ningún momento de la encuesta. Sólo estoy hasta las doce, pues van a cerrar.


Calicoba en el camping d’Aureilhan. “Los perdidos”.
Salgo de la biblioteca y busco la salida hacia Biscarrosse, pero cometo el error de no preguntar por Sainte-Eulalie-en-Born. Así que, finalmente, acabo en la carretera que va a Bordeaux, sin encontrar ni voie vert, vía verde, ni chemin de vélo, camino de bicis, ni pista cyclable, pista ciclista.

No será hasta que llego a un cruce, en el que indica a la izquierda Aureilhan, cuando desesperado miro en el mapa más concienzudamente, y compruebo que voy mal. Llego a una gendarmeria pero sólo recibo explicaciones a través de un telefonillo. Lo que me dicen es insuficiente para enmendar mi camino, pero me quedo con la referencia Leclerq, que será buena para orientarme luego. Ya en Aureilhan, pregunto a una señora por algún sitio para comer y me dice que allí no hay nada. Pero me da la referencia del camping, donde tendré alguna posibilidad. Cuando llego a las inmediaciones, veo a una pareja en una furgoneta que pone Le Vert y les pregunto. Me responden que la vía verde hacia Santa Eulalia va por el otro lado del lago (étang), el lado que tengo enfrente, y también me dicen por dónde puedo entrar al restaurante del camping. Les agradezco la información y me voy.
 

Allí no hay nadie comiendo, pero me atienden bien. Como un puré de patata y zanahoria espeso, que ellos llaman sopa, una ensalada con hoja de roble, tomatitos cherry y cuatro tostadas con queso de cabra (chèvre) y miel. Luego, dos rodajas de lomo con patatas fritas y acabo con un postre de plátano y nata, que se parece al banana Split, pero que no lo es, puesto que no lleva helado. Bebo agua y pago 11,50 € en metálico. No permiten pagar con Visa. Cuando estoy comiendo el lomo, entran a comer “Los perdidos”: Txarli y Joseba. Es Joseba el que me dice que ponga en el diario “Los perdidos”, por las veces que se van perdiendo durante su viaje. Vienen en bici con faltriqueras, llevan tienda y acampan en camping. Txarli está en paro, pues su empresa ya había agotado todos los Eres. Les pagan cuando pueden o quieren. Para estar en esas condiciones, dice: “prefiero estar de vacaciones a la espera de tiempos mejores”. Joseba y su chica, están de copisteros en el campus de Ibaeta. Ahora se coge él unos días y ella se los cogerá después, porlos cambios que ha traído el Plan de Bolonia, en esta época en que el alumnado en la universidad baja y tienen poco trabajo y, en agosto, se irán de vacaciones los dos juntos. Txarli me dice que su empresa construye ventanas prefabricadas. Se han trincado entre los dos la botella de tinto. No es demasiado para dos. Si les hubiera sobrado algo, se lo hubiera pedido. La copa de anoche me supo a gloria. 


Tras dar un repaso a los pasos en barco que tendrán que hacer para pasar a  Arcachon y por el estuario de la Gironde siguiendo por la costa, cogen sus bicis para marchar. Quieren ir por Saint-Paul-en-Born, pero yo les recomiendo por Santa Eulalia. ¡Quién soy yo para recomendar algo que no conozco! ¿Me los encontraré? Ya se verá. Son las 15:30 horas y, si quiero avanzar, debo andar mucho esta tarde, puesto que por la mañana he retrocedido, hacia el Sudeste, en lugar de avanzar hacia Biscarrosse.
 

El camarero me acompaña hasta enfilar el camino y me despido de él y de dos chicas que están en la barra. Una parece ser empleada. También ha salido el cocinero para traerme el postre. “Todo muy rico”, le he dicho. Y él lo agradece.

Por el borde del étang d’Aureilhan. Mamá pata a la pata coja.
Salgo por el borde del lago. Lleva el mismo nombre que el pueblo. Cuando se acaba el camino ancho, cojo un sendero que, tras caminar un rato por él, me lleva a una zona arenosa. Pasado un puente, el camino vuelve a ser ancho. 


Cuando llego a una encrucijada un poco dudosa, pregunto a una pareja y me dice que voy bien hasta que llegue a la pista cyclable. Pero, cuando llego a un puente donde hay un gran número de pescadores con llamativo chaleco verde fosforito, pregunto a un señor que mira cómo pescan tres niños, quien me orienta hacia la izquierda. 


Me quedo algo dudoso. Él también se lo piensa mejor, y decide orientarme hacia otro camino que va bordeando más cerca del lago. Cuando estoy pasando un puente más largo, en dirección al camino recomendado, una mujer me dice que vaya por el otro. Me lo dice con tal seguridad que no dudo en que lleva razón. Así comprendo lo fácil que era coger el camino que me había indicado el hombre que veía pescar a los niños, el que me ha indicado inicialmente pero que, al ver mi extrañeza, me lo ha trocado por el otro. Sin embargo cuando, al llegar a la carretera, veo a un ciclista que viene frontal a mí, cómo se mete por el camino que yo había abandonado y deja la pista cyclable.
 
Me entran dudas, pero nunca tendré la certeza de si he hecho bien o mal con la decisión tomada finalmente. Sigo carretera adelante, y me encuentro de nuevo saliendo de Mimizan, parece que ésta es la que debiera haber cogido esta mañana, pero no me arrepiento, después de haber sido tan bien atendido en Le Calicoba y tenido la oportunidad de conocer a Joseba y a Txarli. Llego al campo de golf municipal, donde una pareja juega próxima a la pista. Lo fotografío. También a mamá pata coja que se desplaza renqueante con sus nueve patitos. Pero, cosa rara, esta pata no va delante, guiando a sus criaturas. ¿Será porque está coja?


La duna de Ste.-Eulalie-en-Born.
Llego a un punto en el que, a la derecha de la pista, se ve una gran duna. Cruzo la carretera en el lugar donde hay un camino que se orienta hacia la montaña de arena. También hay un coche aparcado y una chica muy amable con un perrazo. Ella es la dueña del coche y me aconseja que visite la duna, y me dice “merece la pena”. 

Asciendo por la suave pendiente pero, como la arena es muy fina, los pies se hunden y cuesta subir. Saco foto del ascenso y de la bajada del otro lado, con el bosque que la rodea. Es un tupido pinar que hace honor al árbol que más se ve en Las Landas. Desde la cima de la duna, saco una foto con mis huellas de la subida, huellas que, como las piedras a Pulgarcito, me van a servir luego para volver al punto de partida.


Como decía la chica del perro, la visita a la duna ha merecido la pena, no ha supuesto apenas desvío, aunque si un esfuerzo adicional por el hundimiento del calzado en arena tan fina. Retorno a la carretera y cruzo a la pista cyclable, donde enseguida me vuelvo a topar con la valla que delimita el terreno militar. Durante un rato vamos, carretera, pista, valla y caminante en paralelo. Será muy poquito rato. Una hora después, ya estaré en Santa Eulalia.


Sainte-Eulalie-en-Born.
Vuelan unas palomas. Sé que no son zuritas, ninguna de las vistas hasta ahora lo son, pero tengo dudas de si serán torcaces o tórtolas, que son algo más pequeñas. Cuando llego a Santa Eulalia, veo en un cartel, que hace poco acaban de finalizar las fiestas del 8-9-10 de junio. Consulto a un hombre por un zapatero y me dice que allí no hay ninguno y que pregunte al llegar a Biscarrosse. Llego donde lanzan sus bolas unos jugadores de petanca.
 

Se me acerca uno que habla castellano y nos ponemos a arreglar el mundo. Hablamos de los cambios en política necesarios para mejorarlo. Yo propongo un comunismo real, para nada parecido al capitalismo de Estado que hubo en Rusia. ¿El comunismo es factible?, se cuestiona el francés. Yo creo que puede darse un comunismo solidario, igualitario en cuanto a oportunidades y respetuoso con las opciones de los individuos.

 
A cada cual según sus capacidades y deseos, privilegiando el bien común, controlando el capital y con un reparto equitativo de la riqueza. Saco fotos de este centro urbano tan pequeño. Primero del lavadero, que me parece muy bonito y bien retejado. Luego del frontón que, como la mayoría de los franceses, está exento de pared izquierda. Delante hay un espacio de juegos infantiles para pequeños: balancín, tobogán y columpios en un recinto protegido. Finalmente saco a los petanquistas, que están muy atentos a su juego.
 

Cuando estoy saliendo de Santa Eulalia, veo una casa preciosa que no me resisto a dejar sin fotografiar. Mi objetivo para hoy era llegar a Biscarrosse, pero me he entretenido demasiado en Mimizan. Lástima que no me haya dado tiempo a mandar correos a mis hijas y hermana. El siguiente destino será Gastes, que está a más de 8 kilómetros. Continuando el camino, llego a la torre del agua.


 Le Lac, puerto fluvial.
De momento, me voy acercando al siguiente lago, el Étang de Biscarrosse y de Parentis. Casi todos los puertos fluviales son bastante sucios y este también me lo parece.














Nada más llegar saco foto de los barcos varados. Algunos son veleros, pero la mayoría no tiene mástil. Me acerco a un camping y pregunto por el precio de una cama para pasar la noche. Me hablan de bungalow por 47 o 50 €. Como me parece caro, sigo adelante. 

Llego a una mesa de ping-pong, con pinos y, al fondo, el lago. Nadie juega al tenis de mesa. Me acerco al lago por si me animo a darme un baño de agua dulce pero, aunque la orilla ofrece arena me temo que, tras entrar en el agua, el fondo sea fangoso y, cuando lo veo, desisto. No me apetece darme el baño. Saco foto de la playa fluvial, donde la foresta ya no es de pinos.
 


Sigo adelante por pista de vélo que es muy cambiante en cuanto al firme; a tramos es de tierra y otras veces de asfalto. Estoy pasando junto a un camping muy bullicioso que no me anima a preguntar para dormir. Quizás sea el mismo camping en que he preguntado antes.


Gastes. Le Tempo. Primera cuestión.
Lo que voy a relatar ha sido lo mejor de la jornada. En Le Tempo me han tratado mejor que si fuéramos amigos de toda la vida. No tengo suficientes palabras para agradecer. Llego a Gastes muy cansado y con voluntad de quedarme allí. Como es zona lacustre, pienso que habrá mosquitos y me gustaría dormir en habitación cerrada. Me asomo a un camping de rulots que está próximo al estanque y la chica me dice que eso ya es Gastes. También me orienta por dónde entrar en el pueblo. Llego a un restaurante próximo al lago y me dicen que cama puedo encontrar en un edificio alto que está más adelante, a la izquierda. Llego al Restaurante Le Tempo. Un joven me dice exactamente cual es la casa donde encontraré cama para dormir. Le digo que, cuando me instale, volveré para cenar. Interpreto mal la información del joven y llego a una casa que está cerrada, aunque se ve que está habitada, por las cuatro ventanas abiertas del 2º piso. Por fin llego al que, oficialmente, alquila camas. Leo: “Hotel de Chambres”. Subo las escaleras y me atiende un inglés. Me pide 50 € y, como me parece excesivo, consulta y me dice que retroceda al lago y busque President. ¡Sí, al presidente de los Estados Unidos!

Le Tempo. Cena y me buscan cama.
Retrocedo a Le Tempo y les digo que no he podido resolver lo de la cama para esta noche pero que, de momento, lo que quiero es cenar. Dormir al aire libre es una opción que rechazo, pues he empezado a comprobar que hay muchos mosquitos. Ya me ha picado uno en el cuello al regresar de la inútil gestión. Pido menú. Consiste en un trozo de pastel de queso con ensalada y pechuga de pollo con caracolillos de pasta y setas. No podré terminar de comer toda la pasta, ¡genial por los hidratos de carbono!, pero de postre pido pastel de limón. Pido al hijo de los dueños que me haga una infusión de agua, limón y miel. Tengo la impresión de que en Le Calicoba, al abrir ventanas para que corriera el aire, me he puesto en medio de la corriente y me he enfriado. Algo noto en la garganta. Me lo bebo y trago un paracetamol. Mientras estoy cenando, el pater familias hace una gestión para que pueda dormir en una casa que alquila un conocido. Me ofrece cama y ducha por 30 €. Lo malo es que no me ofrece sábanas. Le digo que es una pena que, para un día que voy a dormir en cama desde que salí de casa, no tenga sábanas, pero acepto. Es buen precio para un lugar sin playa y con mosquitos pululando por el exterior. Como no es un establecimiento oficial, tampoco podré pagar con Visa, y el metálico se me está reduciendo. Hablo por móvil con la hija del belga que alquila la casa y que sabe algo de español. En realidad, no hace más que repetirme lo que ya me habían dicho los del bar, pero en peor. Me río, y devuelvo al marido el móvil de su mujer. Hablo con la madre de los dos hijos que atienden el comedor (chica y chico) y esposa de quien ha hecho la gestión para que pueda dormir a cobijo, y ella es la que me ofrece sus sábanas y me cobrará los 30 €, además del importe de la cena, con Visa. Así que pago 42 € con la tarjeta, y me da los 30 € que entregaré al propietario de la casa. Escribo un poco el diario, pero conviene acercarse sin dilación al lugar donde voy a dormir y el dueño del bar se ofrece a llevarme. No está bien hacerle esperar después del favor que me ha hecho. Le digo que le pague él los treinta euros, pero él dice que se los de yo. Prefiere que se los pague directamente, cuando lleguemos. Hubiera querido ir andando, pero no me voy a poner pejiguero. Mañana volveré a pie por donde voy ahora en coche. La casita está algo alejada del conjunto que conforma Gastes. He tomado bien la decisión de venir montado en el coche del dueño de Le Tempo. He traído sábanas y funda de almohada que me ha entregado su amable señora. No va a cobrar nada y va a tener que lavar ella las sábanas. Me ha dicho que las deje en la casa y ella se encargará de ir para recuperarlas.

Gastes. Durmiendo en una casa para mí solo.
Empieza a caer la tarde cuando salimos hacia la casa del belga. Llegamos a una casa con gran jardín. En un rincón de este espacio, casi en el extremo contrario, el belga ha construido otra casita menor. Una foto de un coquer pretende asustar, pero no tienen perro. El belga muestra una actitud digna y adusta, nos acompaña a la casita, me enseña la cama, me dice dónde hay mantas y pone el calentador en marcha con la temperatura de ducha correcta. Le doy los 30 € en presencia del dueño del restaurante. Me despido del hombre de Le Tempo y agradezco sus gestiones. El dueño me dice que cierre la puerta por dentro y que mañana deje la llave fuera. Ya estoy solo. Antes de que den las diez, llamo a Vera. Lavo la ropa y la tiendo en interior. Hago la cama, me lavo los pies, me doy masaje de Aloe-Vera y ¡a dormir! Sólo me levanto a orinar una vez en toda la noche.

Balance de un día con cama para dormir.
Lo mejor de dormir a la intemperie, si la noche está despejada y es en lugar sin contaminación lumínica, es que disfruto de la visión del cielo estrellado y, si me cuadra, de la Osa Mayor, la Gran Osa de los franceses. Pero, paralelamente, lo que esto me produce es también un gran aprecio por las noches en que duermo en cama. Además del placer de dormir entre sábanas y bien mullido, también es de agradecer la innecesaria preocupación por el cuidado del equipaje. Aunque no he tenido experiencias negativas, la de Mongat fue hasta graciosa, no quiero bajar la guardia cuando duermo al aire libre. Hoy el entorno de Mimizan ha sido grato. El desayuno en El Congo, el uso de Internet en la biblioteca, aunque he podido hacerlo durante poco tiempo y no me ha cundido todo lo que hubiera querido, y la gestión sobre lo que yo creía señales equivocadas que, visto en la distancia, ahora parece que el equivocado era yo. Al fin, un bonito día que me da la impresión de que la lluvia y el viento ya han quedado atrás y dado paso al verano, aunque aún falte una semana para que ocurra el cambio de estación.

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