martes, 5 de mayo de 2015

Etapa 17 (308) Le Marquillet (Yves)-La Rochelle


Etapa 17 (308). 24 de junio de 2012, domingo.
Le Marquillet (Yves)-Chatelaillon-Angoulins sur Mer-Aytré-La Rochelle.


Amanecer en el ayuntamiento 
de la commune de Yves 
y salida a la costa.
Me despierto a las 6:10 horas. Me levanto y orino desde el balconcillo. El chorrito de mi orina hace una mínima parábola hasta llegar a la hierba. Me visto, tomo la pastilla y bebo un trago del agua que cogí ayer en Fouras y que todavía no había empezado. Completo el pastillero para empezar bien la semana. Recojo todo y saco foto con la mochila en el lugar donde he dormido.
 
Me voy para las 6:20 horas. Con dudas, salgo por debajo de la autopista. Durante mucho tiempo voy a ir en paralelo a la carretera. Veo un indicador: 20 Km a La Rochelle. Una cosa es la distancia por carretera y otra, bien distinta, la que voy a recorrer por la costa. Por el camino veo correr a tres conejos y después a otros dos. 



También encuentro un erizo destripado en la carretera. Éste nunca corrió mucho, pero ahora correrá menos. Sin llegar todavía a la costa, veo un curioso palomar. Pocas palomas tienen cabida en él. Me sorprende que los bebederos de agua estén aparte y que las aves tengan que beber haciendo equilibrios en el aire.



Chatelaillon.
Por fin, salgo a paseo costero. Poco antes de llegar al puerto de Chatelaillon, el paseo marítimo no es más que una especie de dique que sujeta las aguas marinas. Sobre las rocas de este dique artificial, han hecho un paseo de cemento. No es agradable, pero es lo que hay. Lo mejor es que al menos va próximo al mar.
 

Saco una foto con el puerto al fondo y más que verse se vislumbra en la lejanía el puente de Ré. Acabado el dique y pasado el puerto, el paseo marítimo mejora yendo en paralelo a la playa. La duna está protegida por vallas, haciendo un camino de arena para que puedan llegar a una caseta blanca y azul los practicantes de deportes marítimos.
 
Varios mástiles indican que detrás de la “cabanne” (cabaña) hay veleros. A lo lejos, nueva visión mínima del Pont de Ré. Pronto llego a zona más central de la playa. En dos plataformas de cemento sobre la arena, descansan aquí cinco cabinas, también blanquiazules y, más adelante, cinco más.
 

En ellas anuncian puesto de: “Location de transats” (alquiler de tumbonas). Todo culmina con una última blanca donde pone: “Lire à la plage” (leer en la playa). Funciona como biblioteca, un lugar de préstamo de libros y revistas, que se pueden llevar o leer allí mismo. Me parece una bonita forma para potenciar y animar a la lectura, tanto a jóvenes como a adultos, pero que también fomenta la soledad, cuando la playa es un lugar más apropiado para interaccionar con el grupo y unir a solitarios. Saco una foto acercándome al Casino.
 
Aunque ya me apetece desayunar, el Casino lo están limpiando y la puerta está cerrada. Saco una segunda foto más cercana. Intento desayuno en un hotel, pero a la señora no le gusta mi aspecto y me dice que no puedo desayunar ni pagando. En el paseo de la playa, un grupo está poniendo a punto música y megafonía. Y, en la arena, otros colocan redes. Más de 20 y menos de 30 es lo que calculo, puesto que no me he puesto a contar.
 

Pregunto y me explican que se va a celebrar la final regional de Voleibol. Lo que nosotros siempre conocimos como Balón bolea. A cada trozo de playa, se le da un nombre, que ni me molesto en anotar. Es muy probable que esta diferenciación sea debida a que no toda la playa pertenezca a Chatelaillon y haya zonas que corresponden a pueblos de interior, a los que se les da salida al mar, como Saint-Vivien y Salles-sur-Mer. Es lo que me hace pensar este último “sur mer”. Saliendo de la playa veo un castillo o fortaleza que veo de lejos y no me tienta acercarme. No me crea el interés necesario. Un correlimos, en solitario, corretea por la orilla del mar buscando alimento. Me sorprende verlo solo.


Naturisme interdit.
Llegando al final de la playa, me encuentro con una verja que no me deja continuar vera mar, pero hay un camino que lleva a otra playa. Parece que después de una playa tan larga y tan urbana, este espacio podría dedicarse a zona nudista, si no autorizada, al menos, tolerada. Me encuentro con el letrero explícito de que está prohibido el naturismo. ¡Al país de la Liberté, le encanta prohibir!


La verdad es que estoy buscando un sitio para desayunar, pero tampoco me habría importado darme un baño aquí y ahora. El propio cartel me produce el efecto contrario a lo que persigue, casi me incita a desnudarme, me llama a la rebeldía. Me parece tan injusto… Saco foto de la verja y el cartel.
 
Cuando me asomo al lugar, veo que es una playa poco atractiva, quedan restos de embarcadero o de algún puesto pesquero de salabardos elevados y, además, hay una pareja con intención de sacar fotos artísticas. Fotografío a la pareja. Pareciera que ella es la fotógrafa, pues es la que está manipulando la cámara. Saco otra foto de lo que sigue y en que parece complicado seguir por la costa y, además, ahora sí, desayunar es lo más urgente.
 

Al fondo, ya se empieza a ver más nítida La Rochelle. Se acabó el paseo por la costa, y me meto hacia el interior. Antes, hago un último intento por la costa. Veo edificio de Colonias de Verano. En recepción no hay nadie, ni tampoco en las distintas estancias que voy recorriendo. Llego al comedor y tampoco. No hay nada comestible y me voy, no sin antes dejar plasmado en mi retina y en la de la cámara, el edificio que acabo de visitar.

Angoulins-sur-Mer. Café des Charentes. Me echan.
Paso una barrera de tren y todo este recorrido lo haré a la derecha de las vías, lejos del mar. La barrera ofrece el clásico cartel: “Peligro. Un tren puede tapar a otro”. Encuentro a un señor que ha sacado a su perro a pasear y me acompaña al Café des Charentes. Pido café con leche como me enseñó la chica de Marennes, pero el barman de aquí me dice que debo decir: “café creme rallongé” (café crema prolongado). Creo que voy a volver a mi antigua forma: “poco café y mucha leche”. También como dos croissant y pago 3,40 €. El café con leche que me sirvió la chica de Marennes era más grande que éste que me sirven aquí. Con todo, además de la nueva formula para pedir, me atiende bien. Salgo a la terraza para escribir el diario y, con el intenso día de ayer, tengo mucho para escribir. Llamo a Sara hacia las diez y hablo con Josu. Es la primera vez que consigo hablar con él desde el cambio de compañía. Todo bien y le digo que estoy llegando a La Rochelle.

Como a las 11:30 horas todavía sigo escribiendo en la terraza, el dueño se enfada, pues hay muchos clientes, y me invita a que me vaya. Más bien, me echa. No me ha gustado su actitud y ni siquiera me molesto en alargar la estancia pidiendo una tónica. Comento mi desagrado con los vecinos de mesa y me voy. Me sorprende más después de que, cuando he pedido el desayuno en la barra, ha mostrado interés y parecía en sintonía con mi viaje.

Escribiendo en la escalinata de la iglesia.
Mientras estaba escribiendo, he visto cómo en la carnicería de enfrente asaban pollos en el exterior y los vendían dentro. De vez en cuando, salía “le boucher” (el carnicero) y los iba controlando, rociándolos con el propio jugo que los pollos iban desprendiendo. Voy a las escaleras de la iglesia para seguir escribiendo.
 

Podría haber aprovechado para colocar en el suelo la visera boca arriba, como un mendicante, pero es iglesia sin feligreses, como luego veré, pues está este lado en reparación. Van a dar las 12:30 y el chaval que controlaba el asador de pollos, ya vacío, lo está empezando a limpiar para guardarlo. Le pregunto si los ha vendido todos y me dice que no. Dejo de escribir. Saco foto de la iglesia con sus dos escalones delanteros que han sido mi escritorio durante el último rato. Su fachada es sencilla con portada en arco gótico y filigrana simple y que culmina con gárgolas sobre el rosetón y bajo el triangular campanario. Entro al interior y veo cómo está siendo remodelada. En este momento está casi derruida. Por escalera de madera se accede a un lugar que parece el coro, pero que podría muy bien ser un altar mayor elevado. Otra escalera más larga lleva a un ventanillo que da paso a otra estancia.
 


No sé qué relación hay entre esta capilla y la que voy a ver justamente detrás. Cuando rodeo la ya visitada, entro en la otra que, en su exterior muestra gárgolas sencillas, como las de la otra fachada vista antes y que demuestra que ambos edificios no son ajenos el uno del otro. En el exterior se ofrecen puestos de venta con objetos de artesanía.
 

 
En el interior es una iglesia extraña, sin imágenes exentas y muchos cuadros de carácter religioso. Está como si acabara de ser pintada y ofrece nave central y dos naves laterales. No sé cómo encajan estas naves con la capilla destruida que acabo de dejar al otro lado.

Pollo para comer.
De regreso, tras visitar las dos iglesias, y a pesar de haber sido expulsado, entro en el Café des Charentes para preguntar si tienen menú o plato del día. Ya contemplo la idea de comprarme medio pollo enfrente, pero quiero ver cómo reacciona el camarero que me ha invitado a marchar. 

El que me ha expulsado, en cuanto me ve, se escapa como para hacer que hace. Compruebo que no está haciendo nada. El otro camarero sólo me ofrece bocadillos. “Si no hay otra cosa, no me interesa”, le digo. Creo que me he mostrado más elegante que ellos. Cruzo la calle y me meto en la carnicería, charcutería y asador de pollos. Compro un cuarto de pollo, por el que pago 4,05 €. Son 300 gramos a 13,50 €/kilo (4,05+4,05+4,05+1,35). Con la comida solucionada, paso por el Ayuntamiento, lo fotografío, salgo del pueblo y me voy comiendo el pollo calentito por el camino. Sólo me falta el champán.

De Angoulins-sur-Mer a Aytré.
Enseguida me encuentro a un grupo de padres jóvenes que organizan juegos para entretenimiento de sus hijos. Los padres se encargan de poner, unos encima de otros, los grandes botes de hojalata que sus niños van tirando con las pelotas de tenis, pelotas que también recogen. Se trata de un juego primario y sencillo, nada nuevo, pues ya se ofrecía en puestos de feria, como los tira pichones, que es ecológico, pues las latas se pueden reciclar en los contenedores para envases, y las pelotas se mantienen en buen uso para que sigan sirviendo para el juego del tenis. Como me gusta esta filosofía y es un juego idóneo para divertirse en la naturaleza, se lo pondero a una madre. Le digo que me gusta. Continúo adelante con mi pollo entre dientes y me encuentro con otro grupo, que parece un subgrupo del anterior y que viene caminando. Llevan un atuendo similar. Me lo confirman y alucinan con mi viaje. Estos llevan bates de madera y se ve que vienen o van a realizar otro juego con ellos. Pero continúo y no podré ver en qué consiste el juego. “Bon courage”, me han dicho. Hacía días que no lo oía. Lo que más oí ayer fue “desolé” (lo siento). Casi todos los “desolé” de ayer me sonaron a falso.

La playa de Aytré.
Pronto, salgo a la costa. Hay gente, poca, en la playa, pero la marea está muy baja y no hay agua de mar en la playa. Tras pasar un espigón breve y artificial, la playa empeora y aún será peor llegando a Aytré.
  


Esta última parte ni siquiera tiene arena. La gente anda por las rocas y, algunos, cruzan a la arena que ha surgido con marea tan baja. Parece que es así en toda esta costa y que habrá que llegar a La Rochelle para encontrar playas de arena fina y más limpias, metidas en el Atlántico. 

Es lo que tienen estos mares de interior que quedan aislados entre las islas de Oléron y de Ré, el Pertuis d’Antioche. Lo mismo ocurrirá llegando a Vendée pues, entre la provincia y la isla de Ré está el Pertuis Bretón. Me parece que hoy también me quedaré sin baño de mar. Con este tipo de costa, no me apetece bañarme ni en alta ni en bajamar. Sigo por camino, ahora sólo peatonal, pues a los ciclistas los han derivado por interior, aunque muchos hacen caso omiso.

Una alternativa con baño lacustre.
Entre el mar, con sus arrecifes, y un lago de interior, se forma un muro protector por el que sigo caminando. En el lago, que no sé si es de agua dulce o salada, he visto algún bañista y a alguien surfeando sobre tabla. No veo lugar por donde entre y salga el mar. Tampoco aquí me resulta apetecible el baño. Por el lado en que va el camino conmigo, no veo acceso al agua y, al fondo, sólo veo una pared vertical por la que me parece arriesgado bajar. De todas formas, supongo que habrá bajada, pues los que se bañan seguro que no han caído del cielo. Lo que sí parece evidente es que no hay ninguna playa de arena. Por fin llego a una playa de similares características que las que he dejado atrás, pero que ya pertenece a La Rochelle.


Albergue Juvenil.
Ahora lo que me queda ya es preguntar por el lugar donde está enclavado “l’auberge de jeneusse”. La referencia que llevo es el puerto y la avenida des Minimes. Un joven me informa que es así como se llama el puerto, Port des Minimes. Llevo un plano de la ciudad, creo que lo conseguí ayer en Rochefort, y localizo el albergue. Voy por la vera del río. Cuando estoy llegando al puerto, vuelvo a preguntar y en tres tiempos acabo en recepción.
 
He sacado una foto del puerto deportivo des Minimes. Además de ser puerto marítimo, es la desembocadura del canal que viene de Marans. Cumple la función de repartir el agua que viene de La Sevre Niortaise, que vacía sus aguas en la frontera Norte con Vendée en l’Anse de l’Aiguillon. Pasado mañana pasaré por allí. Observo cómo otros canales vienen cumpliendo función similar: el canal de Charras que vacía agua en La Charente y, como ya dije, el de La Charente que alimenta la Bassin Ostréicole de Marennes. Pero dejemos la lección de geografía manipulada y centrémonos en mi viaje. Son las tres y, para las 15:45 horas ya estoy instalado en habitación de seis, tres literas,con dos camas ya ocupadas, y duchado. Sólo hay un servicio pero, como ahora estoy solo, es más que suficiente. Toda esta área de habitaciones está limpia y ha sido reconstruida en 2008. El resto de instalaciones son más antiguas. Saco una foto de escalera ajardinada. Saliendo de la habitación veo que hay fuera un retrete, al fondo del pasillo, con otras dos duchas. Es bueno saberlo, para un caso de necesidad y de que nuestro baño esté ocupado. El precio del albergue, ha sido algo más barato que el primero de Rochefort. He pagado con Visa 17,22 € y tengo que añadir 50 céntimos por 20 minutos de Internet. Borro correo y felicito años a María Eugenia Iparraguirre (Senadora por el PNV). También a Csaba Albrecht, porque me manda foto de su perro. Me sorprende, pues recuerdo que a él no le gustaba que le sacaran fotos. Pienso, remedando el de “ama a tu prójimo como a ti mismo”: “lo que no quieras para ti, no quieras para tu perro”.
 
Borro las fotos de Tunick en plata y rojo, que me sugieren menos que sus cuerpos desnudos al natural. Borro sin ver un correo indeseable y otro largo de Senderos. No tengo tiempo para perder y, además, me pone pegas el sistema para su visualización. El festival internacional del film de La Rochelle se va a celebrar entre el 29 de junio y el 8 de julio, leo en un folleto, pero para entonces ya estaré entre Vendée y Loire-Atlantique. Son ciclos con retrospectivas y homenajes. Compruebo que tengo ya vistas unas cuantas películas: 3 de Charlie Chaplin, 4 de Anouk Aimee, 3 de Agnes Varda, 2 de Cassavetes y 2 de Lina Wertmuller. El recepcionista ha sido muy amable y me ha ayudado a poner en marcha la tarjeta telefónica que compré por 15 € en León. Ha habido que rascar pues la clave estaba oculta.

La Rochelle. Un paseo vespertino.
Hace años que estuve aquí, tenía buen recuerdo, pero no reconozco nada de lo que veo. Vinimos en excursión organizada, en autobús litera. Recuerdo baños públicos en Saint Nazaire, y visitas a Dinan, Dinard, Saint Maló y Saint Michel y, de regreso, Nantes y La Rochelle. Son las 17:15 horas cuando salgo hacia el centro.

El recepcionista me ha señalado dos o tres lugares para una cena interesante. Camino por el puerto, del mar hacia el interior. Por el borde empedrado voy sacando fotos. En el canal, que me parece muy ancho, no hay amarrada ninguna embarcación. Es evidente que sólo es lugar de paso y de posible cruce de grandes embarcaciones. El camino debe estar expedito. Fotografío las torres de la Linterna, la Chaine y la de San Nicolás. Al fondo, se ve también cúpulas de iglesias.
 

Me voy acercando a las torres de San Nicolás y de la Chaine. Y, finalmente, me encuentro frontal a la bocana de paso entre ellas. Allí se ven embarcaciones que han sido amarradas a buen recaudo. Es necesario pasar un puente para llegar al otro lado. Ahora se trata de pasar al puerto que justamente he vislumbrado y de ver el faro que está en el interior, entre casas. Había otro faro, pero no recuerdo dónde. Hay muchos veleros de altos mástiles.



Restaurante. Dibujo. 
Festival del film. La Lanterne.
Sin pasar al otro lado, buscando uno de los restaurantes recomendados, oigo a madre e hija hablando en castellano. Llevan viviendo diez años en La Rochelle. Me dice la madre que ella no deja de hablar a su hija en castellano. No quiere que lo pierda pues lo considera una riqueza cultural.
 

Ellas no conocen el restaurante que busco y piensan que no puede ser por esa zona, pero es por allí por donde me lo ha marcado el recepcionista. Sigo buscando y viendo a la vez el ambiente de consumo vacacional y las vistas del puerto desde varios ángulos. Descubro el más caro, La Bonosole, y lo dejo pasar.


Para cuando encuentre el Pixot Quais, resulta que hoy está cerrado. Acabo eligiendo plato del día, consistente en cinco sardinas, en el Café Uffe que, con una copa de vino blanco pago con Visa 12,70 €. No sé la relación de Uffe, servidor, con Le Crystal, cobrador. Las sardinas están ricas, y más las patatas, y me las como con la mantequilla en el panecillo.


Mientras espero que me traigan las sardinas, he hecho una rápida mancha de la torre de San Nicolás. Me he impuesto la obligación de hacerla y así me ha salido, peor que si la hubiera hecho de encargo. Hay que estar inspirado para hacer un dibujo aceptable y hoy no lo estoy. En La Jenny estaba más inspirado. Allí me sentía más integrado en el paisaje con los muchos kilómetros de playa, el mar bravío, la duna y la bruma lejana. Esta torre me dice más en las fotos, integrada en el conjunto, que aislada, como prácticamente ha quedado en el dibujo. Para cuando han llegado las sardinas ya había terminado mi dibujo. En mesa cercana hay un grupo de cinco alemanas. Una de ellas se ríe al ver cómo picoteo con el dedo las migas de pan y me las voy comiendo. 

 
Mientras buscaba restaurante, he pasado por delante del edificio en que se va a celebrar el Festival Internacional del film. He fotografiado la fachada donde leo que fue en tiempos mercado de pescado. Es lo que me hace recordar en algo a la Bretxa, en Donostia-San Sebastián, donde el edificio de la Pescadería también se convirtió en multicines y centro comercial. En 2016 ya han cerrado las salas donde se proyectaban las películas. Entro dentro y ofrece un hall cuadrado y hermoso.



La parte baja la rodean arcos de medio punto. Hablo con una empleada y le digo que de la retrospectiva que ofrece el festival ya he visto 14 películas. Me ofrece "peli" a las nueve. Italiana con subtítulos en francés. Pero gana el futbol. Luego hay, una calle muy bonita, empedrada pero no peatonal, a juzgar por la moto aparcada, ofrece de fondo la Torre de la Lanterne (linterna o faro). Desde mi posición, destaca el doble pináculo, ya que la torre la tapan las casas. En primer término, una bonita arcada cerca de donde está el Pixot Quais. Compro diez postales por 3 € (1=0,35 y comprando 10 salen a 0,30).

Regreso al albergue.
Regreso con ganas de comerme un pastel, pero todas las pastelerías están cerradas y sólo hay oferta de gofres y crepes, que tienen cola y hay que esperar a que se hagan. Regreso más o menos por el mismo camino de la ribera del río o canal y llego con 15 minutos retraso al partido. No mojan ni italianos, ni ingleses. Termina el primer tiempo con empate a cero goles. Me digo, “como en 2008, ¿tendremos otra final Alemania-España?”
 
Me siento entre dos ordenadores a escribir, pero no me concentro. Voy a la habitación y ya tengo vecino. Se ha instalado en la cama que yo había desechado. Era la única baja que quedaba. Es de Brest, por donde espero pasar. Me interesa lo que me pueda decir, pero me cuesta mucho entender su francés. “¿Estará metiendo palabras en bretón?”, me pregunto. Le indico dónde están los servicios. ¡Que difícil me resulta entenderle al condenado! Ya no tengo albergues hasta Loire-Atlantique, en Saint Brevit. Es algo que me ha confirmado el recepcionista. El de Brest manipula algo en su portátil. El francés ha ido al servicio y, mientras él está allí, llega un escocés y se sienta en su cama. Ha tenido un fallo el francés, no ha dejado ninguna señal de que estuviera ocupada. Cuando se lo digo, opta por la litera de arriba. También con éste tengo dificultad para entenderme. En su vida normal me lo imagino con faldita. Hablamos de los celtas y desconoce que en Galicia también se toca la gaita y que hay muy buenos gaiteros. El escocés también la toca, según me cuenta. ¡Menos mal que no la ha traído! No es futbolero, le gustan más el rugby y el golf. Me habla de Severiano Ballesteros, “que ya murió”, me dice. Y yo de Olazabal. Terminó los estudios de informática, pero lleva dos años sin encontrar empleo. “En todas partes cuecen habas”, pienso, “¿en todas?”, me cuestiono. El francés estudia ingeniería naval, es como un arquitecto que diseña la construcción de barcos. ¿Podría ser traducido en una palabra como Astillerismo? Más tarde, con una chica acompañante, llega un alemán grandullón. Hacemos unas risas y se sitúa en la litera de arriba. Del alemán voy a saber poco, pues pronto se irá con su chica. Yo creía que se había ido al bar a ver el futbol, pero allí sólo estará, comiendo algo, el escocés. He vuelto a ver la segunda parte del partido pues, como en la habitación no hay mesa, no puedo escribir bien. Me hubiera conformado con poner señas a las postales. Sólo pongo los sellos. Ninguna será para mi amigo Jokin que vive en Hendaya. Esperaré a llegar al Norte. El partido termina con 0-0 pero Italia está haciendo más méritos que Inglaterra para ganar. Sigo escribiendo en la habitación. Llega el escocés. Me doy gel masaje en los pies y me acuesto. El francés ha abierto el ventanal y el escocés no lo cierra, así que dormiremos con el ventanal entreabierto. También la contraventana, así que mañana entrará luz y nos despertará el amanecer. Me levanto una sola vez a orinar, y no olvido coger la cartera con la tarjeta de acceso a la habitación. No estaría bien que me quedara fuera sin poder entrar y ¡quién es capaz de despertar a los durmientes sin armar una escandalera! He visto y oído llegar al alemán y al francés, al que apenas he vislumbrado. Pero de los dos que ya estaban instalados cuando he llegado, ni me he enterado cuándo han vuelto. Sólo veo por la mañana media cabeza de uno y media pierna del otro. Finalmente, la habitación ha estado completa con los seis. Es la número 31 y me han dado la clave por si salía de noche: 3764A (lo pongo, es clave cambiante). No me he molestado en leer las normas de funcionamiento. Basta con el sentido común.

Balance de otro día sin baño en el mar.
Y ya son tres días sin baño ni nudismo. Esperemos que mañana, otra vez en isla, cambien las tornas y pueda bañarme en bolas. Me han entrado más ganas tras ver la prohibición al final de Chatelaillon plage. Ha sido mi primer día en que voy comiendo y caminando. Bonito encuentro con los chavalillos que jugaban con sus padres jóvenes en dos grupos diferenciados. También ha sido interesante el contraste de experiencias con los compañeros de habitación, a pesar de la dificultad idiomática, con el bretón y el escocés. Interesante la preparación del Campeonato regional de Voleibol. Deplorables los comportamientos de la señora que no me ha considerado con la categoría suficiente como para admitirme a desayunar en el comedor de su hotel y el del Café des Charentes que me ha acabado expulsando de su terraza, porque escribía mucho y no desocupaba la mesa tan solicitada. Châpeau por el recepcionista del albergue. Me ha informado bien y me ha ayudado a poner en marcha la tarjeta telefónica. Yo estoy bien, en casa, mi familia también, ¿qué más puedo pedir?

No hay comentarios:

Publicar un comentario