Etapa 07 (298). 14 de
junio de 2012, jueves.
Gastes-Parentis en
Born-Biscarrosse-Biscarrosse plage-LA GIRONDE-La Salie Nord e Sud.
Hoy, en realidad, voy a
dormir en la playa que corresponde a otro terreno militar que está
situado entre el mar, la carretera y l’étang de Cazaus. Unos
kilómetros después de salir de la playa de Biscarrosse, ya
finalizan Les Landes y he entrado en terrenos de La Gironde. Así
que, resumiendo, llevo dos días caminando por el País Vasco y cinco
por Las Landas.
Militares ocupan la
playa.
Despertar en interior.
Despertar en interior.
Me despierto a las 6:15
horas y aguanto en la cama hasta las seis y media. Recojo la ropa,
aunque está muy húmeda, deshago la cama y dejo las sábanas mal
dobladas en la entrada, junto con la funda de almohada, como me dijo mi benefactora. Me ducho sin
jabón, con agua templada y uniforme, sin acabar con fría. No es necesario regularla con
fría pues, el propio calentador, mantiene la temperatura elegida.
Me seco con la toalla que me dejó la mujer de Le Tempo. Luego la dejo junto a las sábanas. Me visto y escribo en el mostrador sobre taburete alto. A las 7:45 horas ya estoy caminando hacia el lago, tras dejar la llave puesta en la entrada. Cerrada la puerta de casa, ahora abro y cierro el portón general. Un gatito de la casa me saluda. ¡A ver si acierto con la dirección que me oriente hacia el lago!
Me seco con la toalla que me dejó la mujer de Le Tempo. Luego la dejo junto a las sábanas. Me visto y escribo en el mostrador sobre taburete alto. A las 7:45 horas ya estoy caminando hacia el lago, tras dejar la llave puesta en la entrada. Cerrada la puerta de casa, ahora abro y cierro el portón general. Un gatito de la casa me saluda. ¡A ver si acierto con la dirección que me oriente hacia el lago!
Despedida de Gastes.
Parece que estoy
acertando con el camino que ayer hice en coche. Voy sacando fotos.
Primero saco a la iglesia, que no dispone de campanario. Después
llego a la casa que me costó encontrar ayer, donde alquilaban
habitaciones. Chambres d’Hôtes, l’Estanquet, se lee. Pedirme 50
€ por dormir, además en inglés, funcionó como disuasorio.
Me entretengo más en la casa que creí que era donde se alquilaban habitaciones. Las contraventanas que ayer se encontraban abiertas, hoy las veo entornadas o cerradas. Hoy, también la puerta está abierta. En el jardín delantero de la casa, un monumento fálico a los hijos de Gastes muertos por Francia en la Primera Guerra Mundial 1914-1918.
Por terreno conocido, ahora vuelvo al restaurante El Tempo, lugar que no se me va a olvidar nunca (salvo Alzheimer), por lo bien que me atendieron y lo que se preocuparon por mi bienestar material y espiritual. Da mucho gusto que, en país ajeno y sin conocerte de nada, haya humanos que se comportan como tal. Por si una enfermedad de la memoria me vence, quede aquí constancia de mi gratitud. La terraza ya está lista para recibir a nuevos clientes. ¡Gracias y hasta siempre!
Me entretengo más en la casa que creí que era donde se alquilaban habitaciones. Las contraventanas que ayer se encontraban abiertas, hoy las veo entornadas o cerradas. Hoy, también la puerta está abierta. En el jardín delantero de la casa, un monumento fálico a los hijos de Gastes muertos por Francia en la Primera Guerra Mundial 1914-1918.
Por terreno conocido, ahora vuelvo al restaurante El Tempo, lugar que no se me va a olvidar nunca (salvo Alzheimer), por lo bien que me atendieron y lo que se preocuparon por mi bienestar material y espiritual. Da mucho gusto que, en país ajeno y sin conocerte de nada, haya humanos que se comportan como tal. Por si una enfermedad de la memoria me vence, quede aquí constancia de mi gratitud. La terraza ya está lista para recibir a nuevos clientes. ¡Gracias y hasta siempre!
Calculo llegar a
Parentis hacia las 9:30 horas.
Para las ocho ya estoy
en el camino y, como anuncian 9 km, calculo que en hora y media
llegaré a Parentis-en-Born para desayunar a buena hora. Como voy
descansado y ligero de equipaje, mis cálculos se ajustan a la
realidad. En el camino, encuentro ciclistas en las dos direcciones:
Unos saludan y otros no.
Camino junto al estanque de Biscarrosse et de Parentis, pero estoy deseando abandonarlo, por la cantidad de mosquitos que pululan por aquí. Cuelga de la mochila, a mi espalda, la camiseta gris que no se ha secado suficientemente. El sol la irá secando por el camino. En la parte delantera cuelga mi pantalón azul que, al ir todavía mojado, parece negro. Lo llevo colgando de los cinchos rojos delanteros. Por la dirección Este que llevo, el sol da más al pantalón que a la camiseta. Después de Parentis, será al contrario. El lago está calmo y estable, pero hay río que lo llena. Un gran letrero “Tom d’aquí” oferta tomates del lugar. Otros, también ofertan pollos asados, que no creo sean de la zona.
Paso por una casa que, estando cerca del lago, pienso que puede ser Refugio de pescadores (“Refugio pecatorum”, me viene a la mente, y “Consolatrix aflictorum”, también), pero no lo es. Se trata de un refugio para cazadores: La casa de la caza.
Con este entretenimiento, llego a Parentis-en-Born,
en día de mercado.
Los tenderetes por las calles me confirman de algo que ya me habían informado. Paso junto al Café de los deportes. Dudo, pero acabo desayunando en Le Petite Fringale, donde como pan con mantequilla y confitura y bebo el café con leche por 4,50 €. Me han dado las campanadas de las diez desayunando y para las 10:15 horas estoy ya escribiendo mi diario. Como no hay mucho que contar, pronto voy hacia el cordonnier.
Una pareja joven me ha informado de dónde lo puedo encontrar. Le cordonnier, repara zapatos, hace llaves y lo que se tercie. ¿Podría ser traducido como zapatero remendón?
Camino junto al estanque de Biscarrosse et de Parentis, pero estoy deseando abandonarlo, por la cantidad de mosquitos que pululan por aquí. Cuelga de la mochila, a mi espalda, la camiseta gris que no se ha secado suficientemente. El sol la irá secando por el camino. En la parte delantera cuelga mi pantalón azul que, al ir todavía mojado, parece negro. Lo llevo colgando de los cinchos rojos delanteros. Por la dirección Este que llevo, el sol da más al pantalón que a la camiseta. Después de Parentis, será al contrario. El lago está calmo y estable, pero hay río que lo llena. Un gran letrero “Tom d’aquí” oferta tomates del lugar. Otros, también ofertan pollos asados, que no creo sean de la zona.
Paso por una casa que, estando cerca del lago, pienso que puede ser Refugio de pescadores (“Refugio pecatorum”, me viene a la mente, y “Consolatrix aflictorum”, también), pero no lo es. Se trata de un refugio para cazadores: La casa de la caza.
Los tenderetes por las calles me confirman de algo que ya me habían informado. Paso junto al Café de los deportes. Dudo, pero acabo desayunando en Le Petite Fringale, donde como pan con mantequilla y confitura y bebo el café con leche por 4,50 €. Me han dado las campanadas de las diez desayunando y para las 10:15 horas estoy ya escribiendo mi diario. Como no hay mucho que contar, pronto voy hacia el cordonnier.
Una pareja joven me ha informado de dónde lo puedo encontrar. Le cordonnier, repara zapatos, hace llaves y lo que se tercie. ¿Podría ser traducido como zapatero remendón?
Pierre, le
cordonnier.
Voy siguiendo por la
calle hasta que finalizan los tenderetes y allí pregunto. Veo un
anuncio. Una mujer que está haciendo compras, me indica la casa.
Efectivamente, allí está el establecimiento. Pierre, el zapatero,
es un hombre de mediana edad. Quizás, al ser corpulento, parece de
más edad que la que realmente tiene. Puede que su forma de
comportarse en la vida, y conmigo, me haga verlo más joven de lo que
es. Le cuento qué es lo que estoy haciendo. Caminando del País
Vasco hacia Bélgica. Razón por la que es muy importante que me
repare la sandalia que, aunque está vieja, la tengo adaptada muy
bien al pie. Saco la sandalia con la pieza rota y le digo que quiero
que me ponga los dos remaches que se han oxidado y roto. Me pregunta
algo sobre el trabajo a realizar, pero le digo: “tú eres el
técnico y sabrás qué es lo mejor que se puede hacer”. Tiene
dudas en cuanto a la posición de la pieza desprendida, así que
recurre a la otra sandalia para ver cómo está. Se mete en la
trastienda y, pronto, vuelve con la sandalia perfectamente reparada,
con los nuevos remaches puestos, relucientes. En el ínterin han
entrado dos nuevos clientes, un hombre que quiere hacer réplica de
algunas llaves, y una mujer. Les atenderá después de que termine mi
trabajo. Cuando veo que la primera sandalia ha quedado perfecta y
previendo que a la otra le va acabar pasando lo mismo, digo a Pierre
que haga en ella igual operación que en la primera. La historia se repite y
ya tengo las dos sandalias listas para continuar viaje.
(Estas sandalias llegarán a Córcega (La Corse) en 2014).
(Estas sandalias llegarán a Córcega (La Corse) en 2014).
Cuando le pregunto:
“¿combien?”, ¿cuánto?, me responde: “rien”, nada. Me
parece una respuesta magnífica, acorde con mi viaje. La respuesta de
un hombre generoso, que comparte mi espíritu viajero. A mi me
emociona. No tanto por la cuestión monetaria, que también, como por
la actitud. Además, ha dejado de hacer el trabajo que estaba
haciendo, dando prioridad a lo que yo le he solicitado, y ha
pospuesto para atender más tarde a dos clientes a los que, casi con
certeza, va a cobrar el trabajo que realice. Además, hoy es un día
en que Pierre no va a trabajar por la tarde. En una nota sobre el
mostrador, se lee: “Exceptionnellement PARENTIS MULTISERVICES
fermera à 16h00 jeudi 14 juin 2012”. Me quito el sombrero,
zapatero. Quedará recogido en mi memoria escrita, como un
comportamiento ejemplar, éste gesto de Pierre, le cordonnier.
De Parentis a
Biscarrosse.
Cuando estoy recogiendo
mi mochila, veo buscar y rebuscar a Pierre entre la infinidad de
modelos de llaves de que dispone en su muestrario a la vista, pero
ninguna coincide con la que el cliente necesita. Agradezco y me voy,
mientras Pierre sigue buscando. Aún le queda un rato de trabajo hasta las cuatro,
hora en que hoy va a cerrar, excepcionalmente. Un poco más adelante,
siguiendo la calle, está la pista cyclable así que, ir al zapatero
no me ha supuesto tener que desviarme, ni retroceder, sino que me ha llevado directamente al arranque hacia Biscarrosse.
Durante gran rato, la pista irá pegada a la carretera. Lo peor es que los ciclistas me vienen de atrás. Ahora me apetece la sombra de los árboles, sombra que, con el fresquito matutino y con el deseo de que se me secaran las ropas mojadas, he venido aborreciendo esta mañana. Ahora, casi todo el tiempo, voy al sol. Inicio mi juego de componer palabras con la matrícula más reciente que veo. Pasan dos vehículos con inicio CF pero, van a tanta velocidad, que ver la matrícula completa es tarea más que imposible. He calculado que llegaré a Biscarrosse para las 12:30 horas pero, para las doce, ya me anuncian que he llegado. En una rotonda (ronde pointe), un simulacro de avión de guerra, me indica que he llegado a entorno militar. En la zona industrial, la orientación Biscarrosse (Navarre) lleva hacia el lago del Norte. Entrando en la villa, leo un anuncio: ENSEMBLE, y me viene a la mente el recuerdo de la canción de los Beatles: “Michel, ma belle, sont deux mots que’n vos tres bien ensemble…” Al pasar, saludo a un señor que tiende ropa en su tendedero. Paro a una señora que va con compra pero con poco peso. Le hablo de la canción, de ensemble, y de lo que a mí me hace relacionar con la buena convivencia: bici, coche, peatón. Ella me escucha. Me despido de la señora. Llego a una explanada con coches aparcados y un conductor de camión, de Alicante, me dice que en breve irá a Lille. Probablemente lo dice porque si hubiera sido hoy me habría ofrecido la oportunidad de llevarme. Le habría dicho que mi intención es hacer todo el recorrido a pie, hasta donde llegue y, además, no tengo intención de ir a Lille. El conductor alicantino me recomienda una zona para comer y me despido de él. Voy a la iglesia y la fotografío.
Durante gran rato, la pista irá pegada a la carretera. Lo peor es que los ciclistas me vienen de atrás. Ahora me apetece la sombra de los árboles, sombra que, con el fresquito matutino y con el deseo de que se me secaran las ropas mojadas, he venido aborreciendo esta mañana. Ahora, casi todo el tiempo, voy al sol. Inicio mi juego de componer palabras con la matrícula más reciente que veo. Pasan dos vehículos con inicio CF pero, van a tanta velocidad, que ver la matrícula completa es tarea más que imposible. He calculado que llegaré a Biscarrosse para las 12:30 horas pero, para las doce, ya me anuncian que he llegado. En una rotonda (ronde pointe), un simulacro de avión de guerra, me indica que he llegado a entorno militar. En la zona industrial, la orientación Biscarrosse (Navarre) lleva hacia el lago del Norte. Entrando en la villa, leo un anuncio: ENSEMBLE, y me viene a la mente el recuerdo de la canción de los Beatles: “Michel, ma belle, sont deux mots que’n vos tres bien ensemble…” Al pasar, saludo a un señor que tiende ropa en su tendedero. Paro a una señora que va con compra pero con poco peso. Le hablo de la canción, de ensemble, y de lo que a mí me hace relacionar con la buena convivencia: bici, coche, peatón. Ella me escucha. Me despido de la señora. Llego a una explanada con coches aparcados y un conductor de camión, de Alicante, me dice que en breve irá a Lille. Probablemente lo dice porque si hubiera sido hoy me habría ofrecido la oportunidad de llevarme. Le habría dicho que mi intención es hacer todo el recorrido a pie, hasta donde llegue y, además, no tengo intención de ir a Lille. El conductor alicantino me recomienda una zona para comer y me despido de él. Voy a la iglesia y la fotografío.
Biscarrosse. Comida
en Le Pub.
Llego a un sitio de
degustación de vinos, pero una chica me reconduce y es así como
llego a Le Pub, que es café-brasserie. El menú cuesta 15 €. Como ensalada de mar,
mejillones ("moules") y queso. Es una comida para compensar que estoy
todavía lejos del mar. A ver si llego por la tarde. Aparcado, veo un
CF687HK. Es casi imposible que con una K salga un nombre. Cuando me traen
el queso, pido una copa de tinto ("rouge"). Con la segunda garrafa de
agua que me traen no consigo llenar mi botellín. Pago con Visa 15 +
1,50 = 16,50 €. Una chica que me ha servido una parte de la comida,
se maravilla de mi viaje. Hablo con un camarero sobre mi
interpretación de cuáles son las últimas matrículas de vehículos
y parece que estoy en lo cierto en cuanto al sistema. El criterio más
actual es dos letras, tres números y dos letras. Probablemente, para
cuando llegue a Bélgica ya estaremos en el CG como letras inicio. Entrando en la "Mairie", el ayuntamiento, mi predicción se desbarata. Pienso que ya he llegado a Bélgica, pues
encuentro la matrícula CG027HF y aún no he terminado de recorrer
Las Landas. Luego en la carretera hacia la playa volveré a ver dos
CG1… y CG2 pero, a tal velocidad, que me es imposible leer y
retener.
Entro en el
ayuntamiento para preguntar por dónde cojo la pista para bicicletas. En unas ciudades lo llaman "mairie" y en otras "hôtel de Ville". Desconozco las razones. Ha sido un gran acierto entrar a preguntar aquí, pues la
recepcionista, sensibilizada por el viaje que estoy haciendo, me ha
puesto en comunicación con la encargada de relaciones públicas y
resulta ser nieta de abuelos cordobeses. Me pone el sello de la
"mairie" y me recomienda que no siga la pista, pues me va a obligar a
dar mucha más vuelta. Me dice que coja el canal de conexión entre
los dos lagos y que, la propia carretera se va estrechando hasta
convertirse en carril bici. Al llegar al puente, es mejor que siga la
carretera. Aunque es de mucha circulación, me dice que reduce los 17
kilómetros a 10. La nieta de españoles me ofrece un librito de 31
páginas que rememora Biscarrosse como la capital de la
hidroaviación. Se lo agradezco, pero no puedo cargar con más cosas
mi ya excesivo equipaje. Ella me pide mis señas en Irun y, cuando
regrese, ya me lo encontraré en el buzón. También una postal con
una acuarela del primer vuelo del hidroavión Henri Fabre de 1910.
En agosto escribiré agradeciendo. Es así como me entero de que en Biscarrosse
hay un Musée de l’hydraviation. Muy agradecido por el detalle,
aunque no me haya llevado el folleto, y por la información recibida, me
despido de la chica de origen cordobés y de la recepcionista.
De Biscarrosse
a Biscarrosse plage.
a Biscarrosse plage.
Probablemente, lo que
yo he interpretado como avión al llegar a la primera rotonda, no sea
otra cosa que un hidroavión. Salgo del ayuntamiento y camino por la
carretera que me han indicado y, tal como me habían dicho, veo cómo ésta se
va reduciendo y cogiendo un tamaño adecuado como para ser pista
ciclista. El canal que circula a mi izquierda no es muy ancho, pero
da la impresión de que, detrás de la floresta, del otro lado, hay
otro pequeño lago, que no logro ver con nitidez.
Así caminaré durante un rato. Cuando llego a la carretera, tengo claro que voy a dejar la pista cyclable y continuar por el arcén. La circulación de vehículos es potente, pero es más densa por el otro lado pues, a estas horas, la gente ya está regresando de la playa. Con todo, aún hay coches que todavía van hacia el mar.
En realidad, entre las tres y las cuatro de la tarde, en España, quedan unas cuantas horas para disfrutar de la playa, pero los franceses son los franceses. El arcén es amplio, y no corro peligro. Paso cerca de un lugar con dianas, un terreno preparado para ejercitar el tiro con arco. Me acuerdo de mis amigos Virginia y Cos, muy aficionados a este deporte que exige más concentración que fuerza, para conseguir la precisión y poder decir: “Donde pongo el ojo, pongo la flecha”.
Cuando llego a la señal de 5 km pienso que la siguiente que veré será el nº 4 pero, para mi desgracia, aparecerá el 6. Parece que se cuenta desde el interior hacia la costa, pero no llegaré a ver el nº 8. Parece que, cuando llego a Biscarrosse plage, no habré andado los 10 km anunciados. No sé qué habría pasado si hubiera seguido el camino recomendado para las bicicletas, ni por dónde habría salido a la playa.
Ahora paso un indicador del lugar por el que se entra al centro del Regimiento de Artillería. ¡Por fin se acabó la zona militar!
Así caminaré durante un rato. Cuando llego a la carretera, tengo claro que voy a dejar la pista cyclable y continuar por el arcén. La circulación de vehículos es potente, pero es más densa por el otro lado pues, a estas horas, la gente ya está regresando de la playa. Con todo, aún hay coches que todavía van hacia el mar.
En realidad, entre las tres y las cuatro de la tarde, en España, quedan unas cuantas horas para disfrutar de la playa, pero los franceses son los franceses. El arcén es amplio, y no corro peligro. Paso cerca de un lugar con dianas, un terreno preparado para ejercitar el tiro con arco. Me acuerdo de mis amigos Virginia y Cos, muy aficionados a este deporte que exige más concentración que fuerza, para conseguir la precisión y poder decir: “Donde pongo el ojo, pongo la flecha”.
Cuando llego a la señal de 5 km pienso que la siguiente que veré será el nº 4 pero, para mi desgracia, aparecerá el 6. Parece que se cuenta desde el interior hacia la costa, pero no llegaré a ver el nº 8. Parece que, cuando llego a Biscarrosse plage, no habré andado los 10 km anunciados. No sé qué habría pasado si hubiera seguido el camino recomendado para las bicicletas, ni por dónde habría salido a la playa.
Ahora paso un indicador del lugar por el que se entra al centro del Regimiento de Artillería. ¡Por fin se acabó la zona militar!
Biscarrosse plage.
Adolescentes de Parentis.
Adolescentes de Parentis.
Paso por un conjunto de
tiendas y bares. Tiene un gran espacio intermedio cubierto, pero lo
que más me atrae es el frontón de pared rosada que veo al fondo. Un frontón
aureolado todo de red para evitar que se pierdan demasiadas pelotas
disparadas fuera de sus muros. Antes de bajar a la playa pregunto a
dos chicas que se están poniendo los cascos para subir a la moto.
Son jóvenes, quizá púberes. Les hablo de mi viaje y, no sé por
qué, les cuento lo que me ha ocurrido esta mañana con el cordonnier
de Parentis. Se alegran, pues ellas van allí al colegio.
Se van y, por donde me han indicado ellas, me dirijo hacia la playa. Pero, antes de bajar, entro en la Creperie l’Oceane y bebo una pression por 2,50 € y aprovecho para coger agua para lo que queda de día, la noche y el arranque de mañana. No tengo la menor idea de a donde llegaré hoy. La cerveza está fresquita y rica. Hay tres hombres a los que intento hablar de mi viaje, pero me ningunean. Así que me voy a la playa.
Se van y, por donde me han indicado ellas, me dirijo hacia la playa. Pero, antes de bajar, entro en la Creperie l’Oceane y bebo una pression por 2,50 € y aprovecho para coger agua para lo que queda de día, la noche y el arranque de mañana. No tengo la menor idea de a donde llegaré hoy. La cerveza está fresquita y rica. Hay tres hombres a los que intento hablar de mi viaje, pero me ningunean. Así que me voy a la playa.
De nuevo en la
playa.
Han pasado casi dos
días desde que ayer salí de la playa en Mimizan, hasta ahora en que
vuelvo al mar en Biscarrosse. Si no hubiera habido militares, no
habría salido de la playa. Ahora la recibo como se recibía en otros tiempos al santo
advenimiento. La playa no está muy concurrida, no tanto como se
podía presagiar por la circulación excesiva que ofrecía la
carretera. Hablo con un socorrista y me menciona la zona militar. Yo
creo que se refiere a la que ya ha quedado por detrás, al Sur, pero
resulta que, sin tardar mucho, me voy a encontrar con otra zona donde
ensayan tiro los militares. Tendré que estar atento. Por otro lado,
él tiene la idea que La Gironde comienza en la punta de Arcachon,
pero está equivocado ya que, poco después de finalizar la playa, en
la zona que en mi mapa de La Gironde se lee La Salie Nord et Sud,
aparece un corte que indica que finalizan Las Landas. Está a punto
de terminar la segunda región francesa desde que salí de casa, continuando el País Vasco.
Camino sin parar hasta llegar a un poste. Podría ser el linde entre
las dos regiones. Pero no encuentro a nadie que me lo aclare. Todavía
continuaré un rato caminando, aunque la gran duna anunciada quedará
para mañana.
L
A G I R O N D E
Un baño deseado en
el mar. Una cabeza viva en la arena.
En la zona en que he
visto el poste, está una chica con perros y, un poco más adelante,
un hombre desnudo. Me desnudo y voy hacia el agua. Según me estoy
acercando a la orilla, veo a un chico desnudo que está haciendo como
una barca con niño dentro. Eso es lo que me parece desde lejos pero,
según me voy acercando, el joven se aleja de la tarea que estaba
haciendo. Lo que yo creía un niño, resulta ser un compañero al que ha
sido enterrado y sólo ha dejado fuera su cabeza. Aclarado el
enigma, me voy a darme el baño. Tras relajarme un rato en el agua,
regreso al lugar. El enterrador nudista está ahora con otros dos
amigos que llevan bañador. Tras un rato, ayudan a salir de la arena
al enterrado, que sale en bolas, y los cuatro se van a bañar. Les
digo: “creía que lo ibais a dejar así hasta que subiera la
marea”. Se ríen y dicen que no lo habían pensado, pero que les he dado una buena idea. Vuelvo al lugar
donde he dejado mis cosas y, ya seco, me tumbo al sol. Estoy muy a
gusto y me doy dos o tres baños más. Tardaré en hablar con el
nudista vecino. Los cuatro amigos ya se han ido y la playa ha quedado
prácticamente desierta. Voy a ver si saco algo más en claro sobre
dónde está el límite provincial y sobre la zona militar a la que
me estoy aproximando. Cuando le explico el camino que estoy haciendo,
mi vecino me informa que la zona militar está a unos 8 km y me dice
lo clásico: “bon courage”. Me despido de él y continuaré en
bolas hasta que dé con la zona militar, ahora ya de La Gironda.
Voy por la orilla desnudo, y cargado con las mochilas. Sólo me cruzo con una pareja. Familias de correlimos me acompañan en el borde marino, por donde llegan las olas menguantes que se pierden discretas reptando en la arena. Cuando me estoy acercando a los limícolas, emprenden el vuelo. Un vuelo que tiene visos de huída. Además de los correlimos, también han emprendido el vuelo a medida en que me iba acercando, algunas gaviotas que ya se estaban posicionando para pasar la noche en la arena de la playa. Estas zonas suelen aparecer a la mañana siguiente llenas de cagadas que, normalmente, la marea alta barre y suple la inacción de los empleados de limpieza. Mucho antes de lo previsto, llego a las primeras indicaciones que prohíben adentrarse por las dunas. Leo: “Terrain militaire. Defense de penetrer” pero lo que más disuade de hacerlo es la posibilidad de que algo me explote: “Danger Explosifs”.
Inicialmente, elijo un lugar entre dunas pero, como la arena es tan fina, temo que acabaré la noche rebozado como una croqueta, así que luego, cuando levante el aire, cambiaré de lugar. De momento estoy a gusto, desnudo, sólo en el mundo, y con una temperatura muy agradable.
Voy por la orilla desnudo, y cargado con las mochilas. Sólo me cruzo con una pareja. Familias de correlimos me acompañan en el borde marino, por donde llegan las olas menguantes que se pierden discretas reptando en la arena. Cuando me estoy acercando a los limícolas, emprenden el vuelo. Un vuelo que tiene visos de huída. Además de los correlimos, también han emprendido el vuelo a medida en que me iba acercando, algunas gaviotas que ya se estaban posicionando para pasar la noche en la arena de la playa. Estas zonas suelen aparecer a la mañana siguiente llenas de cagadas que, normalmente, la marea alta barre y suple la inacción de los empleados de limpieza. Mucho antes de lo previsto, llego a las primeras indicaciones que prohíben adentrarse por las dunas. Leo: “Terrain militaire. Defense de penetrer” pero lo que más disuade de hacerlo es la posibilidad de que algo me explote: “Danger Explosifs”.
Inicialmente, elijo un lugar entre dunas pero, como la arena es tan fina, temo que acabaré la noche rebozado como una croqueta, así que luego, cuando levante el aire, cambiaré de lugar. De momento estoy a gusto, desnudo, sólo en el mundo, y con una temperatura muy agradable.
Atardecer en tierra
de nadie.
Tengo dudas de si estaré
protegido o amenazado por los militares. En realidad estoy en un
espacio de nadie y de todos. Exijo mi condición de ciudadano del
mundo, con derechos y deberes. De momento, por mi propio interés y
por lo que pudiera ocurrir, procuro obedecer la prohibición de
pasear por las dunas. Luego, cuando quiera eludir el viento, subiré
a la duna, otearé el horizonte hacia el interior, donde no veré
construcción militar alguna, en busca de refugio nocturno. Ya,
provisionalmente instalado, me doy un baño y cago en la duna. Dejo mi regalo bien enterrado. Ya he aprendido a hacerlo en la sesión de
enterramiento de hace un rato. Pasa una avioneta. En la vaguada,
trato de hacer una plataforma de arena para conseguir la
horizontalidad, pero la arena es tan fina, que resulta una tarima
poco estable. Empieza a refrescar y me pongo el jersey. Son las nueve
y voy a llamar a Sara, pero no tengo cobertura. Es entonces cuando
subo a la duna. Allí, de no tener ninguna raya, paso a tener la
cobertura al completo. También compruebo que hace mucho menos aire
que el que corre donde he hecho la plataforma de arena para dormir
esta noche. La llamada a mi hija me da comunicando, así que bajo a recoger mis pertenencias y, en dos paseos cortos, pongo todo sobre la
duna, en un espacio en que la flora dunar me lo permite, sin
necesidad de aplastarla. Creo que estas plantas podrían tener la
misma consideración que la espadaña de las marismas. Si los de la
avioneta ya me tenían localizado, ahora se lo pongo un poco más
difícil. Como Sara me vuelve a dar comunicando, llamo a Vera.
También comunica, así que pienso que estarán hablando entre ellas.
Entonces llamo a Sagrario. Le digo dónde estoy. La conversación
dura unos dos minutos. “¿Sigues durmiendo sin techo?”, me
pregunta y yo me justifico: “si no, no podría hacer una caminada
de dos meses”. “Ayer dormí en cama”, le añado.
Durmiendo protegido
en terreno militar.
Monto mi cama, evitando
aplastar las plantas propias de las dunas. Orino, me doy en los pies
masaje de Aloe-Vera y me meto en el saco. Ya tumbado, saco foto de
una nube diáfana que me está gustando. Todavía no son las nueve y
media. Las plantas más próximas las cubro con la toalla, para que
no me hagan cosquillas en la cara con el movimiento a que les obliga
el airecillo marino. Todo está tranquilo. Sin perros cercanos que me
molesten con sus ladridos y con muy pocas probabilidades de que
ningún amo saque al suyo a pasear por estos parajes tan alejados de
población. No he podido ver el ocaso, ya que el sol, antes de
hundirse en el mar, se ha perdido entre nubes. Durante la noche, la
Osa Mayor apunta su asa de carro hacia mí. Está orientada hacia el
Sur. No veo la luna. Duermo con el jersey puesto. La uña del dedo que está
junto al gordo, el que equivale al índice de la mano, pero que no es
capaz de indicar nada, del pie izquierdo, se me ha empezado a poner
morada. Se me caerá. Como es algo que me ocurre todos los años, ni me preocupo.
Balance de la última
jornada en Las Landas.
Lo mejor del día ha
sido la visita al zapatero. Pierre se ha portado como un amigo
comprensivo y que valora lo que estoy haciendo. También me he
sentido muy bien en el ayuntamiento de Biscarrosse. Muy bien atendido
por la recepcionista y por la encargada de relaciones públicas con
ascendientes cordobeses. Le agradezco además su promesa del envío a Irun del
folleto ilustrado sobre los hidroaviones. Promesa que cumplirá. Sin mucho que destacar en
el camino, y menos tras el tramo de carretera, lo mejor ha sido
retornar a la playa, donde me he dado los mejores baños desde que
empecé hace ocho días. Finalizar bien el recorrido por Las Landas,
también es un aliciente para abordar la larguísima playa que me va
a ofrecer La Gironda.
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