martes, 5 de mayo de 2015

Etapa 07 (298) Gastes-La Salie


Etapa 07 (298). 14 de junio de 2012, jueves.
Gastes-Parentis en Born-Biscarrosse-Biscarrosse plage-LA GIRONDE-La Salie Nord e Sud.


Hoy, en realidad, voy a dormir en la playa que corresponde a otro terreno militar que está situado entre el mar, la carretera y l’étang de Cazaus. Unos kilómetros después de salir de la playa de Biscarrosse, ya finalizan Les Landes y he entrado en terrenos de La Gironde. Así que, resumiendo, llevo dos días caminando por el País Vasco y cinco por Las Landas.

Militares ocupan la playa. 
Despertar en interior.
Me despierto a las 6:15 horas y aguanto en la cama hasta las seis y media. Recojo la ropa, aunque está muy húmeda, deshago la cama y dejo las sábanas mal dobladas en la entrada, junto con la funda de almohada, como me dijo mi benefactora. Me ducho sin jabón, con agua templada y uniforme, sin acabar con fría. No es necesario regularla con fría pues, el propio calentador, mantiene la temperatura elegida. 


Me seco con la toalla que me dejó la mujer de Le Tempo. Luego la dejo junto a las sábanas. Me visto y escribo en el mostrador sobre taburete alto. A las 7:45 horas ya estoy caminando hacia el lago, tras dejar la llave puesta en la entrada. Cerrada la puerta de casa, ahora abro y cierro el portón general. Un gatito de la casa me saluda. ¡A ver si acierto con la dirección que me oriente hacia el lago!


Despedida de Gastes.
Parece que estoy acertando con el camino que ayer hice en coche. Voy sacando fotos. Primero saco a la iglesia, que no dispone de campanario. Después llego a la casa que me costó encontrar ayer, donde alquilaban habitaciones. Chambres d’Hôtes, l’Estanquet, se lee. Pedirme 50 € por dormir, además en inglés, funcionó como disuasorio.
 


Me entretengo más en la casa que creí que era donde se alquilaban habitaciones. Las contraventanas que ayer se encontraban abiertas, hoy las veo entornadas o cerradas. Hoy, también la puerta está abierta. En el jardín delantero de la casa, un monumento fálico a los hijos de Gastes muertos por Francia en la Primera Guerra Mundial 1914-1918.

 
Por terreno conocido, ahora vuelvo al restaurante El Tempo, lugar que no se me va a olvidar nunca (salvo Alzheimer), por lo bien que me atendieron y lo que se preocuparon por mi bienestar material y espiritual. Da mucho gusto que, en país ajeno y sin conocerte de nada, haya humanos que se comportan como tal. Por si una enfermedad de la memoria me vence, quede aquí constancia de mi gratitud. La terraza ya está lista para recibir a nuevos clientes. ¡Gracias y hasta siempre!

Calculo llegar a Parentis hacia las 9:30 horas.
Para las ocho ya estoy en el camino y, como anuncian 9 km, calculo que en hora y media llegaré a Parentis-en-Born para desayunar a buena hora. Como voy descansado y ligero de equipaje, mis cálculos se ajustan a la realidad. En el camino, encuentro ciclistas en las dos direcciones: Unos saludan y otros no.
 

Camino junto al estanque de Biscarrosse et de Parentis, pero estoy deseando abandonarlo, por la cantidad de mosquitos que pululan por aquí. Cuelga de la mochila, a mi espalda, la camiseta gris que no se ha secado suficientemente. El sol la irá secando por el camino. En la parte delantera cuelga mi pantalón azul que, al ir todavía mojado, parece negro. Lo llevo colgando de los cinchos rojos delanteros. Por la dirección Este que llevo, el sol da más al pantalón que a la camiseta. Después de Parentis, será al contrario. El lago está calmo y estable, pero hay río que lo llena. Un gran letrero “Tom d’aquí” oferta tomates del lugar. Otros, también ofertan pollos asados, que no creo sean de la zona. 
 
Paso por una casa que, estando cerca del lago, pienso que puede ser Refugio de pescadores (“Refugio pecatorum”, me viene a la mente, y “Consolatrix aflictorum”, también), pero no lo es. Se trata de un refugio para cazadores: La casa de la caza. 

Con este entretenimiento, llego a Parentis-en-Born, en día de mercado.
 

Los tenderetes por las calles me confirman de algo que ya me habían informado. Paso junto al Café de los deportes. Dudo, pero acabo desayunando en Le Petite Fringale, donde como pan con mantequilla y confitura y bebo el café con leche por 4,50 €. Me han dado las campanadas de las diez desayunando y para las 10:15 horas estoy ya escribiendo mi diario. Como no hay mucho que contar, pronto voy hacia el cordonnier.


 







Una pareja joven me ha informado de dónde lo puedo encontrar. Le cordonnier, repara zapatos, hace llaves y lo que se tercie. ¿Podría ser traducido como zapatero remendón?

Pierre, le cordonnier.
Voy siguiendo por la calle hasta que finalizan los tenderetes y allí pregunto. Veo un anuncio. Una mujer que está haciendo compras, me indica la casa. Efectivamente, allí está el establecimiento. Pierre, el zapatero, es un hombre de mediana edad. Quizás, al ser corpulento, parece de más edad que la que realmente tiene. Puede que su forma de comportarse en la vida, y conmigo, me haga verlo más joven de lo que es. Le cuento qué es lo que estoy haciendo. Caminando del País Vasco hacia Bélgica. Razón por la que es muy importante que me repare la sandalia que, aunque está vieja, la tengo adaptada muy bien al pie. Saco la sandalia con la pieza rota y le digo que quiero que me ponga los dos remaches que se han oxidado y roto. Me pregunta algo sobre el trabajo a realizar, pero le digo: “tú eres el técnico y sabrás qué es lo mejor que se puede hacer”. Tiene dudas en cuanto a la posición de la pieza desprendida, así que recurre a la otra sandalia para ver cómo está. Se mete en la trastienda y, pronto, vuelve con la sandalia perfectamente reparada, con los nuevos remaches puestos, relucientes. En el ínterin han entrado dos nuevos clientes, un hombre que quiere hacer réplica de algunas llaves, y una mujer. Les atenderá después de que termine mi trabajo. Cuando veo que la primera sandalia ha quedado perfecta y previendo que a la otra le va acabar pasando lo mismo, digo a Pierre que haga en ella igual operación que en la primera. La historia se repite y ya tengo las dos sandalias listas para continuar viaje.
(Estas sandalias llegarán a Córcega (La Corse) en 2014).
Cuando le pregunto: “¿combien?”, ¿cuánto?, me responde: “rien”, nada. Me parece una respuesta magnífica, acorde con mi viaje. La respuesta de un hombre generoso, que comparte mi espíritu viajero. A mi me emociona. No tanto por la cuestión monetaria, que también, como por la actitud. Además, ha dejado de hacer el trabajo que estaba haciendo, dando prioridad a lo que yo le he solicitado, y ha pospuesto para atender más tarde a dos clientes a los que, casi con certeza, va a cobrar el trabajo que realice. Además, hoy es un día en que Pierre no va a trabajar por la tarde. En una nota sobre el mostrador, se lee: “Exceptionnellement PARENTIS MULTISERVICES fermera à 16h00 jeudi 14 juin 2012”. Me quito el sombrero, zapatero. Quedará recogido en mi memoria escrita, como un comportamiento ejemplar, éste gesto de Pierre, le cordonnier.

De Parentis a Biscarrosse.
Cuando estoy recogiendo mi mochila, veo buscar y rebuscar a Pierre entre la infinidad de modelos de llaves de que dispone en su muestrario a la vista, pero ninguna coincide con la que el cliente necesita. Agradezco y me voy, mientras Pierre sigue buscando. Aún le queda un rato de trabajo hasta las cuatro, hora en que hoy va a cerrar, excepcionalmente. Un poco más adelante, siguiendo la calle, está la pista cyclable así que, ir al zapatero no me ha supuesto tener que desviarme, ni retroceder, sino que me ha llevado directamente al arranque hacia Biscarrosse. 
 
Durante gran rato, la pista irá pegada a la carretera. Lo peor es que los ciclistas me vienen de atrás. Ahora me apetece la sombra de los árboles, sombra que, con el fresquito matutino y con el deseo de que se me secaran las ropas mojadas, he venido aborreciendo esta mañana. Ahora, casi todo el tiempo, voy al sol. Inicio mi juego de componer palabras con la matrícula más reciente que veo. Pasan dos vehículos con inicio CF pero, van a tanta velocidad, que ver la matrícula completa es tarea más que imposible. He calculado que llegaré a Biscarrosse para las 12:30 horas pero, para las doce, ya me anuncian que he llegado. En una rotonda (ronde pointe), un simulacro de avión de guerra, me indica que he llegado a entorno militar. En la zona industrial, la orientación Biscarrosse (Navarre) lleva hacia el lago del Norte. Entrando en la villa, leo un anuncio: ENSEMBLE, y me viene a la mente el recuerdo de la canción de los Beatles: “Michel, ma belle, sont deux mots que’n vos tres bien ensemble…” Al pasar, saludo a un señor que tiende ropa en su tendedero. Paro a una señora que va con compra pero con poco peso. Le hablo de la canción, de ensemble, y de lo que a mí me hace relacionar con la buena convivencia: bici, coche, peatón. Ella me escucha. Me despido de la señora. Llego a una explanada con coches aparcados y un conductor de camión, de Alicante, me dice que en breve irá a Lille. Probablemente lo dice porque si hubiera sido hoy me habría ofrecido la oportunidad de llevarme. Le habría dicho que mi intención es hacer todo el recorrido a pie, hasta donde llegue y, además, no tengo intención de ir a Lille. El conductor alicantino me recomienda una zona para comer y me despido de él. Voy a la iglesia y la fotografío.

Biscarrosse. Comida en Le Pub.
Llego a un sitio de degustación de vinos, pero una chica me reconduce y es así como llego a Le Pub, que es café-brasserie. El menú cuesta 15 €. Como ensalada de mar, mejillones ("moules") y queso. Es una comida para compensar que estoy todavía lejos del mar. A ver si llego por la tarde. Aparcado, veo un CF687HK. Es casi imposible que con una K salga un nombre. Cuando me traen el queso, pido una copa de tinto ("rouge"). Con la segunda garrafa de agua que me traen no consigo llenar mi botellín. Pago con Visa 15 + 1,50 = 16,50 €. Una chica que me ha servido una parte de la comida, se maravilla de mi viaje. Hablo con un camarero sobre mi interpretación de cuáles son las últimas matrículas de vehículos y parece que estoy en lo cierto en cuanto al sistema. El criterio más actual es dos letras, tres números y dos letras. Probablemente, para cuando llegue a Bélgica ya estaremos en el CG como letras inicio. Entrando en la "Mairie", el ayuntamiento, mi predicción se desbarata. Pienso que ya he llegado a Bélgica, pues encuentro la matrícula CG027HF y aún no he terminado de recorrer Las Landas. Luego en la carretera hacia la playa volveré a ver dos CG1… y CG2 pero, a tal velocidad, que me es imposible leer y retener.

Hôtel de Ville. Preguntando por la pista cyclable.
Entro en el ayuntamiento para preguntar por dónde cojo la pista para bicicletas. En unas ciudades lo llaman "mairie" y en otras "hôtel de Ville". Desconozco las razones. Ha sido un gran acierto entrar a preguntar aquí, pues la recepcionista, sensibilizada por el viaje que estoy haciendo, me ha puesto en comunicación con la encargada de relaciones públicas y resulta ser nieta de abuelos cordobeses. Me pone el sello de la "mairie" y me recomienda que no siga la pista, pues me va a obligar a dar mucha más vuelta. Me dice que coja el canal de conexión entre los dos lagos y que, la propia carretera se va estrechando hasta convertirse en carril bici. Al llegar al puente, es mejor que siga la carretera. Aunque es de mucha circulación, me dice que reduce los 17 kilómetros a 10. La nieta de españoles me ofrece un librito de 31 páginas que rememora Biscarrosse como la capital de la hidroaviación. Se lo agradezco, pero no puedo cargar con más cosas mi ya excesivo equipaje. Ella me pide mis señas en Irun y, cuando regrese, ya me lo encontraré en el buzón. También una postal con una acuarela del primer vuelo del hidroavión Henri Fabre de 1910. En agosto escribiré agradeciendo. Es así como me entero de que en Biscarrosse hay un Musée de l’hydraviation. Muy agradecido por el detalle, aunque no me haya llevado el folleto, y por la información recibida, me despido de la chica de origen cordobés y de la recepcionista.


De Biscarrosse
a Biscarrosse plage.
Probablemente, lo que yo he interpretado como avión al llegar a la primera rotonda, no sea otra cosa que un hidroavión. Salgo del ayuntamiento y camino por la carretera que me han indicado y, tal como me habían dicho, veo cómo ésta se va reduciendo y cogiendo un tamaño adecuado como para ser pista ciclista. El canal que circula a mi izquierda no es muy ancho, pero da la impresión de que, detrás de la floresta, del otro lado, hay otro pequeño lago, que no logro ver con nitidez.


Así caminaré durante un rato. Cuando llego a la carretera, tengo claro que voy a dejar la pista cyclable y continuar por el arcén. La circulación de vehículos es potente, pero es más densa por el otro lado pues, a estas horas, la gente ya está regresando de la playa. Con todo, aún hay coches que todavía van hacia el mar.
 
En realidad, entre las tres y las cuatro de la tarde, en España, quedan unas cuantas horas para disfrutar de la playa, pero los franceses son los franceses. El arcén es amplio, y no corro peligro. Paso cerca de un lugar con dianas, un terreno preparado para ejercitar el tiro con arco. Me acuerdo de mis amigos Virginia y Cos, muy aficionados a este deporte que exige más concentración que fuerza, para conseguir la precisión y poder decir: “Donde pongo el ojo, pongo la flecha”.
 

Cuando llego a la señal de 5 km pienso que la siguiente que veré será el nº 4 pero, para mi desgracia, aparecerá el 6. Parece que se cuenta desde el interior hacia la costa, pero no llegaré a ver el nº 8. Parece que, cuando llego a Biscarrosse plage, no habré andado los 10 km anunciados. No sé qué habría pasado si hubiera seguido el camino recomendado para las bicicletas, ni por dónde habría salido a la playa.


Ahora paso un indicador del lugar por el que se entra al centro del Regimiento de Artillería. ¡Por fin se acabó la zona militar!

Biscarrosse plage. 
Adolescentes de Parentis.
Paso por un conjunto de tiendas y bares. Tiene un gran espacio intermedio cubierto, pero lo que más me atrae es el frontón de pared rosada que veo al fondo. Un frontón aureolado todo de red para evitar que se pierdan demasiadas pelotas disparadas fuera de sus muros. Antes de bajar a la playa pregunto a dos chicas que se están poniendo los cascos para subir a la moto. Son jóvenes, quizá púberes. Les hablo de mi viaje y, no sé por qué, les cuento lo que me ha ocurrido esta mañana con el cordonnier de Parentis. Se alegran, pues ellas van allí al colegio. 

 Se van y, por donde me han indicado ellas, me dirijo hacia la playa. Pero, antes de bajar, entro en la Creperie l’Oceane y bebo una pression por 2,50 € y aprovecho para coger agua para lo que queda de día, la noche y el arranque de mañana. No tengo la menor idea de a donde llegaré hoy. La cerveza está fresquita y rica. Hay tres hombres a los que intento hablar de mi viaje, pero me ningunean. Así que me voy a la playa.

De nuevo en la playa.
Han pasado casi dos días desde que ayer salí de la playa en Mimizan, hasta ahora en que vuelvo al mar en Biscarrosse. Si no hubiera habido militares, no habría salido de la playa. Ahora la recibo como se recibía en otros tiempos al santo advenimiento. La playa no está muy concurrida, no tanto como se podía presagiar por la circulación excesiva que ofrecía la carretera. Hablo con un socorrista y me menciona la zona militar. Yo creo que se refiere a la que ya ha quedado por detrás, al Sur, pero resulta que, sin tardar mucho, me voy a encontrar con otra zona donde ensayan tiro los militares. Tendré que estar atento. Por otro lado, él tiene la idea que La Gironde comienza en la punta de Arcachon, pero está equivocado ya que, poco después de finalizar la playa, en la zona que en mi mapa de La Gironde se lee La Salie Nord et Sud, aparece un corte que indica que finalizan Las Landas. Está a punto de terminar la segunda región francesa desde que salí de casa, continuando el País Vasco. Camino sin parar hasta llegar a un poste. Podría ser el linde entre las dos regiones. Pero no encuentro a nadie que me lo aclare. Todavía continuaré un rato caminando, aunque la gran duna anunciada quedará para mañana.

L A    G I R O N D E

Un baño deseado en el mar. Una cabeza viva en la arena.
En la zona en que he visto el poste, está una chica con perros y, un poco más adelante, un hombre desnudo. Me desnudo y voy hacia el agua. Según me estoy acercando a la orilla, veo a un chico desnudo que está haciendo como una barca con niño dentro. Eso es lo que me parece desde lejos pero, según me voy acercando, el joven se aleja de la tarea que estaba haciendo. Lo que yo creía un niño, resulta ser un compañero al que ha sido enterrado y sólo ha dejado fuera su cabeza. Aclarado el enigma, me voy a darme el baño. Tras relajarme un rato en el agua, regreso al lugar. El enterrador nudista está ahora con otros dos amigos que llevan bañador. Tras un rato, ayudan a salir de la arena al enterrado, que sale en bolas, y los cuatro se van a bañar. Les digo: “creía que lo ibais a dejar así hasta que subiera la marea”. Se ríen y dicen que no lo habían pensado, pero que les he dado una buena idea. Vuelvo al lugar donde he dejado mis cosas y, ya seco, me tumbo al sol. Estoy muy a gusto y me doy dos o tres baños más. Tardaré en hablar con el nudista vecino. Los cuatro amigos ya se han ido y la playa ha quedado prácticamente desierta. Voy a ver si saco algo más en claro sobre dónde está el límite provincial y sobre la zona militar a la que me estoy aproximando. Cuando le explico el camino que estoy haciendo, mi vecino me informa que la zona militar está a unos 8 km y me dice lo clásico: “bon courage”. Me despido de él y continuaré en bolas hasta que dé con la zona militar, ahora ya de La Gironda. 
 
Voy por la orilla desnudo, y cargado con las mochilas. Sólo me cruzo con una pareja. Familias de correlimos me acompañan en el borde marino, por donde llegan las olas menguantes que se pierden discretas reptando en la arena. Cuando me estoy acercando a los limícolas, emprenden el vuelo. Un vuelo que tiene visos de huída. Además de los correlimos, también han emprendido el vuelo a medida en que me iba acercando, algunas gaviotas que ya se estaban posicionando para pasar la noche en la arena de la playa. Estas zonas suelen aparecer a la mañana siguiente llenas de cagadas que, normalmente, la marea alta barre y suple la inacción de los empleados de limpieza. Mucho antes de lo previsto, llego a las primeras indicaciones que prohíben adentrarse por las dunas. Leo: “Terrain militaire. Defense de penetrer” pero lo que más disuade de hacerlo es la posibilidad de que algo me explote: “Danger Explosifs”.
 

Inicialmente, elijo un lugar entre dunas pero, como la arena es tan fina, temo que acabaré la noche rebozado como una croqueta, así que luego, cuando levante el aire, cambiaré de lugar. De momento estoy a gusto, desnudo, sólo en el mundo, y con una temperatura muy agradable.

Atardecer en tierra de nadie.
Tengo dudas de si estaré protegido o amenazado por los militares. En realidad estoy en un espacio de nadie y de todos. Exijo mi condición de ciudadano del mundo, con derechos y deberes. De momento, por mi propio interés y por lo que pudiera ocurrir, procuro obedecer la prohibición de pasear por las dunas. Luego, cuando quiera eludir el viento, subiré a la duna, otearé el horizonte hacia el interior, donde no veré construcción militar alguna, en busca de refugio nocturno. Ya, provisionalmente instalado, me doy un baño y cago en la duna. Dejo mi regalo bien enterrado. Ya he aprendido a hacerlo en la sesión de enterramiento de hace un rato. Pasa una avioneta. En la vaguada, trato de hacer una plataforma de arena para conseguir la horizontalidad, pero la arena es tan fina, que resulta una tarima poco estable. Empieza a refrescar y me pongo el jersey. Son las nueve y voy a llamar a Sara, pero no tengo cobertura. Es entonces cuando subo a la duna. Allí, de no tener ninguna raya, paso a tener la cobertura al completo. También compruebo que hace mucho menos aire que el que corre donde he hecho la plataforma de arena para dormir esta noche. La llamada a mi hija me da comunicando, así que bajo a recoger mis pertenencias y, en dos paseos cortos, pongo todo sobre la duna, en un espacio en que la flora dunar me lo permite, sin necesidad de aplastarla. Creo que estas plantas podrían tener la misma consideración que la espadaña de las marismas. Si los de la avioneta ya me tenían localizado, ahora se lo pongo un poco más difícil. Como Sara me vuelve a dar comunicando, llamo a Vera. También comunica, así que pienso que estarán hablando entre ellas. Entonces llamo a Sagrario. Le digo dónde estoy. La conversación dura unos dos minutos. “¿Sigues durmiendo sin techo?”, me pregunta y yo me justifico: “si no, no podría hacer una caminada de dos meses”. “Ayer dormí en cama”, le añado.
Durmiendo protegido en terreno militar.
Monto mi cama, evitando aplastar las plantas propias de las dunas. Orino, me doy en los pies masaje de Aloe-Vera y me meto en el saco. Ya tumbado, saco foto de una nube diáfana que me está gustando. Todavía no son las nueve y media. Las plantas más próximas las cubro con la toalla, para que no me hagan cosquillas en la cara con el movimiento a que les obliga el airecillo marino. Todo está tranquilo. Sin perros cercanos que me molesten con sus ladridos y con muy pocas probabilidades de que ningún amo saque al suyo a pasear por estos parajes tan alejados de población. No he podido ver el ocaso, ya que el sol, antes de hundirse en el mar, se ha perdido entre nubes. Durante la noche, la Osa Mayor apunta su asa de carro hacia mí. Está orientada hacia el Sur. No veo la luna. Duermo con el jersey puesto. La uña del dedo que está junto al gordo, el que equivale al índice de la mano, pero que no es capaz de indicar nada, del pie izquierdo, se me ha empezado a poner morada. Se me caerá. Como es algo que me ocurre todos los años, ni me preocupo.

Balance de la última jornada en Las Landas.
Lo mejor del día ha sido la visita al zapatero. Pierre se ha portado como un amigo comprensivo y que valora lo que estoy haciendo. También me he sentido muy bien en el ayuntamiento de Biscarrosse. Muy bien atendido por la recepcionista y por la encargada de relaciones públicas con ascendientes cordobeses. Le agradezco además su promesa del envío a Irun del folleto ilustrado sobre los hidroaviones. Promesa que cumplirá. Sin mucho que destacar en el camino, y menos tras el tramo de carretera, lo mejor ha sido retornar a la playa, donde me he dado los mejores baños desde que empecé hace ocho días. Finalizar bien el recorrido por Las Landas, también es un aliciente para abordar la larguísima playa que me va a ofrecer La Gironda.

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