Etapa 08 (299). 15 de
junio de 2012, viernes.
La Salie Nord et Sud
(Terrain militaire)-Pointe d’Arcachon-Le Petit Nice-Dune du
Pilat-Pyla sur Mer-Arcachon-(barco)-Cap Ferret-Plage Garonne.
Despertando en
terreno militar.
Esta noche sólo me he
levantado una vez para orinar. Me despierto a las seis pero, como no
tengo urgencia para orinar, aguanto sin levantarme hasta las 6:45
horas. Disfruto de unas bonitas nubes rosáceas, recién iluminadas
por el sol.
También del movimiento de las plantas de la duna, que he procurado no pisar. Me levanto y vuelvo a orinar en el mismo lugar en que lo hice anoche. El viento borrará la huella. A las siete el sol supera la pequeña montaña del Este y empieza a iluminar el lugar. A esa hora, vestido y con todo recogido, empiezo a caminar.
Desde mi plataforma, saco foto al primer indicador de zona militar y la bruma no me permite ver con nitidez la bocana de salida al mar de la Bassin d’Arcachon. Bajo de la duna a la playa y voy descalzo por la orilla. El viento se ha encargado de borrar todas las huellas que dejé ayer en la arena. Nuevamente la marea está baja y se camina muy bien por la arena dura de la orilla.
Las suaves olitas me van mojando los pies. Más limícolas que escapan. Profusión de pulgas de mar pululan a mis pies. Va a ser imposible no matar algunas. Fallecerán aplastadas por mis plantas. Un calamar gigante aparece muerto en la orilla. El mar, en su bajada, deja huellas caprichosas en la arena. Saco foto de la arena ondulada por el mar, y con el emisario marítimo, que se orienta hacia las profundidades, al fondo.
Se camina mejor por la orilla que por aquí. Al ser de arena endurecida, las ondas son incómodas para posar el pie horizontalmente.
También del movimiento de las plantas de la duna, que he procurado no pisar. Me levanto y vuelvo a orinar en el mismo lugar en que lo hice anoche. El viento borrará la huella. A las siete el sol supera la pequeña montaña del Este y empieza a iluminar el lugar. A esa hora, vestido y con todo recogido, empiezo a caminar.
Desde mi plataforma, saco foto al primer indicador de zona militar y la bruma no me permite ver con nitidez la bocana de salida al mar de la Bassin d’Arcachon. Bajo de la duna a la playa y voy descalzo por la orilla. El viento se ha encargado de borrar todas las huellas que dejé ayer en la arena. Nuevamente la marea está baja y se camina muy bien por la arena dura de la orilla.
Las suaves olitas me van mojando los pies. Más limícolas que escapan. Profusión de pulgas de mar pululan a mis pies. Va a ser imposible no matar algunas. Fallecerán aplastadas por mis plantas. Un calamar gigante aparece muerto en la orilla. El mar, en su bajada, deja huellas caprichosas en la arena. Saco foto de la arena ondulada por el mar, y con el emisario marítimo, que se orienta hacia las profundidades, al fondo.
Se camina mejor por la orilla que por aquí. Al ser de arena endurecida, las ondas son incómodas para posar el pie horizontalmente.
Le Wharf.
Aguas residuales que llegan de la depuradora al emisario marítimo.
Aguas residuales que llegan de la depuradora al emisario marítimo.
Mucho antes de llegar
al emisario, encuentro unos arbolitos arrancados de tierra de raíz,
y que el mar se encarga de pulir. Encuentro a un pescador que me dice
que no ha pescado nada.
Paso Le Wharf, el emisario que ahonda en el mar los restos de la depuradora, y saco una foto desde abajo. Encuentro a otro pescador que pesca en la orilla. No puede confirmarme que estemos en la Pointe d’Arcachon, pero me afirma que la duna de Pilat está a unos cinco kilómetros.

Encuentro a más pescadores. Unos saludan y otros no. Unas mujeres, paseantes de orilla, se maravillan de mi viaje. Me dicen que en lugar de decir: “je veux aller a la Belgique”, diga “en Belgique” con una “en” que suena a “on”. También me dicen que no me dará tiempo a coger barco entre Arcachon y Cap Ferret. ¡Ya veremos!
La dirección de la duna, que me sigue acompañando a mi derecha, y su corte final, me hace pensar que me voy acercando a la Pointe d’Arcachon. Pero aún faltará mucho trecho.
Saco también foto a una medusa enorme, cuya sombra se proyecta en la arena como una montaña. Dibuja una gráfica más que mesocúrtica. Por su forma, me entran dudas de que sea un calamar. La marea es tan baja que va dejando al descubierto un conjunto de rocas que, de otra manera, pasarían desapercibidas para el caminante. Veo de lejos a dos pescadores más y observo cómo Pascal se despide de ellos.
Paso Le Wharf, el emisario que ahonda en el mar los restos de la depuradora, y saco una foto desde abajo. Encuentro a otro pescador que pesca en la orilla. No puede confirmarme que estemos en la Pointe d’Arcachon, pero me afirma que la duna de Pilat está a unos cinco kilómetros.
Encuentro a más pescadores. Unos saludan y otros no. Unas mujeres, paseantes de orilla, se maravillan de mi viaje. Me dicen que en lugar de decir: “je veux aller a la Belgique”, diga “en Belgique” con una “en” que suena a “on”. También me dicen que no me dará tiempo a coger barco entre Arcachon y Cap Ferret. ¡Ya veremos!
La dirección de la duna, que me sigue acompañando a mi derecha, y su corte final, me hace pensar que me voy acercando a la Pointe d’Arcachon. Pero aún faltará mucho trecho.
Saco también foto a una medusa enorme, cuya sombra se proyecta en la arena como una montaña. Dibuja una gráfica más que mesocúrtica. Por su forma, me entran dudas de que sea un calamar. La marea es tan baja que va dejando al descubierto un conjunto de rocas que, de otra manera, pasarían desapercibidas para el caminante. Veo de lejos a dos pescadores más y observo cómo Pascal se despide de ellos.
Le Petit Nice.
Caminando con Pascal.
Caminando con Pascal.
Pascal ha dejado a los otros y va por delante.
Acelero y le doy alcance. Así tengo un rato de compañía. Me dice
que, si quiero desayunar, debo atravesar la duna y bajar al camping
que está al otro lado. A Pascal también le parece interesante la
caminata que estoy haciendo. Se va a quedar a pescar allí y me
despido de él al llegar a un búnker.
Un compañero le espera. Le había cogido la delantera. Me confirma que estoy en la playa de le Petit Nice. ¡Se acabó la compañía! Como ya me voy acercando a la montaña que me tapa la duna y antes de llegar a la zona donde pescan marido y mujer, me desnudo y me doy un baño en bolas.
Se ve también que estoy llegando a zona más civilizada, pues hay unos restos de una construcción en la arena hecha por niños que, es lo más probable, ayer disfrutaron de un bonito día de playa. Castillo que la subida de la marea no ha destruido todavía.
También saco foto a los búnkeres en los que se ha quedado Pascal. En esta zona el agua parece algo turbia, pero a mí me resulta grata y saludable. Me desnudo, me baño, paseo, me seco y me visto. Ahora me dirijo hacia la duna de Pilat.
Un compañero le espera. Le había cogido la delantera. Me confirma que estoy en la playa de le Petit Nice. ¡Se acabó la compañía! Como ya me voy acercando a la montaña que me tapa la duna y antes de llegar a la zona donde pescan marido y mujer, me desnudo y me doy un baño en bolas.
Se ve también que estoy llegando a zona más civilizada, pues hay unos restos de una construcción en la arena hecha por niños que, es lo más probable, ayer disfrutaron de un bonito día de playa. Castillo que la subida de la marea no ha destruido todavía.
También saco foto a los búnkeres en los que se ha quedado Pascal. En esta zona el agua parece algo turbia, pero a mí me resulta grata y saludable. Me desnudo, me baño, paseo, me seco y me visto. Ahora me dirijo hacia la duna de Pilat.
Dune du Pilat.
Un pescador, que va a
hacer pesca submarina, prepara su fusil estando dentro del agua. Va
bien protegido con traje de neopreno. Antes de acabar las estribaciones de la
montaña, la fotografío desde la orilla y me acerco a una pareja de
orientales para saber si hay un camino que atraviese la duna. No me
saben decir nada. Voy haciéndome la composición mental del lugar y
decido ascenderla de la forma que me parece más suave, en dirección
Noreste.
Como me resulta bastante duro, ya que con el peso de las mochilas, siempre retrocedo algo en cada paso que avanzo, decido caminar como si fuera ascendiendo por bancales. Me hago a la idea de que las rocas, que están por debajo de la finísima arena, disponen de esos bancales idealizados. En un recorte de la montaña, veo unas siluetas en la cima y a un grupo que acaba de coronar la cúspide.
Luego les veo bajando de la duna hacia el mar y les fotografío. Empiezo a seguir la huella de un perro, pero lo hago con variaciones, pues procuro evitar bajar y subir algunas hondonadas. En alguna de ellas, la reverberación de los rayos solares produce la sensación de que hierve la arena. Al final, llego a la cresta, mientras el grupo va descendiendo por la arista que, ahora, fotografío. También saco otra foto de los bancales de arena de la desembocadura de la bahía de Arcachon y, al fondo, algo que se podría considerar ya como preludio de lo que por la tarde conoceré como Cap Ferret.
Como me resulta bastante duro, ya que con el peso de las mochilas, siempre retrocedo algo en cada paso que avanzo, decido caminar como si fuera ascendiendo por bancales. Me hago a la idea de que las rocas, que están por debajo de la finísima arena, disponen de esos bancales idealizados. En un recorte de la montaña, veo unas siluetas en la cima y a un grupo que acaba de coronar la cúspide.
Luego les veo bajando de la duna hacia el mar y les fotografío. Empiezo a seguir la huella de un perro, pero lo hago con variaciones, pues procuro evitar bajar y subir algunas hondonadas. En alguna de ellas, la reverberación de los rayos solares produce la sensación de que hierve la arena. Al final, llego a la cresta, mientras el grupo va descendiendo por la arista que, ahora, fotografío. También saco otra foto de los bancales de arena de la desembocadura de la bahía de Arcachon y, al fondo, algo que se podría considerar ya como preludio de lo que por la tarde conoceré como Cap Ferret.
Cumbre con Redha en
la duna de Pilat.
En realidad hay como
dos cimas. En la otra hay dos personas, lo mismo que los que estamos
en ésta, pero prefiero quedarme con Redha. Es Rheda (acentuando la
“a”) quien, tras el esfuerzo y liberado del peso, me saca la
fotografía.
Redha es suizo, de madre suiza y de padre argelino. Siendo más joven hizo un recorrido a pie por la playa, entre Larache y Tánger. Si él me ha sacado la foto con fondo de la otra cima de la duna, hacia Pyla sur Mer y Arcachon, yo le saco hacia el lado contrario, de donde vengo, la Petit Nice, y con los islotes de arena de la desembocadura de la bahía de Arcachon.
Saco otra sin él, que permite ver la bocana de salida al mar, sin distractores humanos. Redha me recomienda que coja el barco en Arcachon. Me dice que él dio la vuelta a la bahía a pie y que le resultó muy cansado. Si tuviese intención de ir a Burdeos, no tendría dudas de coger la carretera en Le Telch o en Arès pero, como mi intención es continuar por la costa más atlántica, pasaré a donde me deje el barco en Cap Ferret y caminaré todo lo que pueda por aquella larguísima playa, interminable, que va desde la punta de Cap Ferret, hasta Le Verdon-sur-Mer.
Redha me dice que cuando hizo la etapa por Marruecos, se detuvo en As-Sawirah, en la playa, pero que no vio nada del interior. Tampoco Marrakech. Entre Asilah y Tánger, tampoco vio la cueva de Neptuno. Tras charlar un poco más, me despido de Redha y agradezco la foto que me ha sacado.
Redha es suizo, de madre suiza y de padre argelino. Siendo más joven hizo un recorrido a pie por la playa, entre Larache y Tánger. Si él me ha sacado la foto con fondo de la otra cima de la duna, hacia Pyla sur Mer y Arcachon, yo le saco hacia el lado contrario, de donde vengo, la Petit Nice, y con los islotes de arena de la desembocadura de la bahía de Arcachon.
Saco otra sin él, que permite ver la bocana de salida al mar, sin distractores humanos. Redha me recomienda que coja el barco en Arcachon. Me dice que él dio la vuelta a la bahía a pie y que le resultó muy cansado. Si tuviese intención de ir a Burdeos, no tendría dudas de coger la carretera en Le Telch o en Arès pero, como mi intención es continuar por la costa más atlántica, pasaré a donde me deje el barco en Cap Ferret y caminaré todo lo que pueda por aquella larguísima playa, interminable, que va desde la punta de Cap Ferret, hasta Le Verdon-sur-Mer.
Redha me dice que cuando hizo la etapa por Marruecos, se detuvo en As-Sawirah, en la playa, pero que no vio nada del interior. Tampoco Marrakech. Entre Asilah y Tánger, tampoco vio la cueva de Neptuno. Tras charlar un poco más, me despido de Redha y agradezco la foto que me ha sacado.
Mientras hablaba con
Redha, me he fijado en tres personas que subían a pie por este lado
casi vertical de la duna. Con este referente, cargo las mochilas,
sujeto a ellas mis sandalias y, descalzo, me dispongo a bajar
vertical hacia el camping. Con el peso y la velocidad, mis talones se
hunden y se clavan en la arena, de tal forma que me producen una gran
seguridad en el descenso.
El peso de las mochilas me da estabilidad. Puedo vaticinar que no voy a caer rodando. Malo será que me clave en el pie algo que esté oculto bajo la arena. Cuando llego abajo, al pie de la duna, compruebo que el tiempo invertido ha sido de minuto y medio. Parece increíble que una subida en la que he tardado más de media hora, al bajar haya quedado reducida a este récord. ¡Increíble y muy placentero! Ha sido un descenso vertiginoso y genial.
El peso de las mochilas me da estabilidad. Puedo vaticinar que no voy a caer rodando. Malo será que me clave en el pie algo que esté oculto bajo la arena. Cuando llego abajo, al pie de la duna, compruebo que el tiempo invertido ha sido de minuto y medio. Parece increíble que una subida en la que he tardado más de media hora, al bajar haya quedado reducida a este récord. ¡Increíble y muy placentero! Ha sido un descenso vertiginoso y genial.
Desayuno en el
snack-bar-restaurante
La Foret (Pyla-sur-Mer).
La Foret (Pyla-sur-Mer).
Ya abajo, antes de
ponerme las sandalias por primera vez en esta mañana, pregunto hacia
dónde debo ir para hacer mi petit dejeneur. Me encaminan hacia el
camping. Cuando estoy llegando pregunto a un chico que, como parece
que no me entiende, ¿lo diré tan mal?, le digo: “breakfast” y,
como tampoco responde, continúo: “¿no eres francés?”. “Oui”
me responde, así que me esmero en pronunciar bien “petit
dejeneur”. Ahora él lo repite, casi igual, y me orienta hacia
donde está el bar. Veo postales y compro una de la duna (40
céntimos). Saco monedillas, pues quiero quitarme la calderilla, pero
me faltan dos céntimos, no me los perdonan y debo cambiar 5 €. Veo
que tienen croissants, pero no sé cómo funciona el bar. Me dice que
da lo mismo. Lo compro y pago 90 céntimos. Ya en La Foret bebo un
zumo de naranja (3,20) y un café creme (2,80), y pago 6 €. Lo dejo
pagado y me lo llevarán a la mesa. Mientras, escribo la postal a
Mikel felicitándole en su cumpleaños. Aunque llegue a tiempo, no
habrá en Londres nadie para recibirlo. La postal ofrece la duna y le
explico la lenta subida y la rauda bajada. Tras el desayuno, empiezo
a escribir en mi diario lo último de la etapa de ayer. Luego voy a
recepción para ver si consigo un plano de Le Gironde. No tienen uno
completo, pero me dan otro que me servirá hasta que llegue a La
Jenny, la siguiente playa nudista autorizada. En la próxima costa
habrá dos, la mencionada, La Jenny, y Montalivet-les-Bains. A mi me
parece una bonita casualidad que el mapa llegue justo hasta el lugar
en que está mi playa nudista deseada. Sobre todo, teniendo en cuenta
que la anterior autorizada para nudismo, Saint Girons, la pasé con
un tiempo infernal. Un chico algo amanerado me ha acompañado hasta
recepción. Las chicas son muy amables y me adelantan que me faltan
unos 12 kilómetros para llegar a Arcachon. Calculan más de dos
horas, pero van descaminadas, pues voy a continuar escribiendo el
diario y hoy hay mucho para contar. Me darán las 12:30 horas
escribiendo.
Antes de ponerme en marcha, he cagado y cogido agua. He estado dos horas desde mi bajada de la duna. Me despido de la otra chica de recepción, quien me dice que cuando llegue a Pyla vaya por la carretera, que me llevará a la playa. También me indica dónde está el buzón de correos. Pero me acompaña hasta él y echo allí la postal para Mikel.
Antes de ponerme en marcha, he cagado y cogido agua. He estado dos horas desde mi bajada de la duna. Me despido de la otra chica de recepción, quien me dice que cuando llegue a Pyla vaya por la carretera, que me llevará a la playa. También me indica dónde está el buzón de correos. Pero me acompaña hasta él y echo allí la postal para Mikel.
La dune du Pilat (2ª
parte).
Como ya he dicho, el
camping pertenece a Pyla-sur-Mer. Salgo del camping y cruzo la
carretera, pues el camino para bicis y peatones va por el otro lado.
Está muy bien indicada esta vía verde. Voy todo el rato por el lado
derecho de la "route", pero me abstengo de mirar las matrículas de los vehículos
que pasan en las dos direcciones. A pesar de ir junto a la carretera,
el camino es grato, puesto que tiene arbolado a ambos lados. El que
va más próximo a la vía verde, ofrece verdes y grandes helechos,
todos muy sanos. Pasan frente a mí muchos ciclistas con
faltriqueras. Se puede pensar que van camino de Compostela.
Después de andar unos dos kilómetros, me vuelven a anunciar la duna de Pilat y, pensando en lo que me ha dicho la recepcionista del camping, me meto con intención de salir por allí a la playa. Me encuentro con un grupo de chavalillos con sus profesores. Van de excursión escolar. Posan para mi foto. Da la impresión de que es en esta parte, alejada de los campings, donde han decido montar todo el complejo recreativo, las tiendas de regalos y "souvenirs", y los merenderos y restaurantes. Me parece que lo que estoy bordeando son las estribaciones de la duna en la que ya he estado antes pero, pronto, la situación se complica. Tengo que subir de nuevo la duna para pasar al otro lado, al mar. En tramos de 20, siendo el último de 10, 150 peldaños de escalera se me ofrecen enfrente y ascendentes. No me va a quedar más remedio que treparlos.
La otra alternativa, que es la que deciden hacer algunos, es ascender por la arena. Como yo ya he pisado bastante arena para subirla antes desde la playa, ahora opto por la escalera. Voy contando los escalones hasta llegar a los 150. Una vez arriba, algunos continúan subiendo por la cresta hacia la cima, pero yo veo camino descendente por bosque y hacia allí me dirijo.
Me doy cuenta de que es mejor no seguir el camino, así que me descalzo y desciendo hacia la playa. Bajando, veo a lo lejos la Petit Nice y la Pointe d’Arcachon. Se ve que algo he adelantado, pero poco. Para sacar la siguiente foto, asciendo una pequeña ladera de arena.
Se ve que ha estado dando allí toda la mañana el sol y la arena está que arde. Quema las plantas de mis pies. Bajo rápido a la arena pisada y fresquita y sigo en mi descenso hacia la playa. Tres chicos suben por la parte en que yo estoy bajando. Juegan a descender de espalda y cabeza abajo. Admirando su juego, llego a la playa. Descargo las mochilas y me preparo para darme un baño. Una chica que estaba en zona intermedia entre los chicos y yo, recoge sus cosas y se va. Como los chicos siguen su juego, me desnudo y me doy un nuevo baño. Hay unas pocas piedras en el agua, pero redondeadas y el baño será breve y refrescante. Me seco paseando. Gente, poca, que pasa, viene, o va hacia el chiringuito de Lolo, donde luego comeré. Será caro para lo que me dan, pero es la única alternativa que me queda, y que prefiero, a no comer. Después de dos baños, de secarme tumbado sobre la toalla y, aunque estoy genial, creo que es hora adecuada para comer, así que me visto y voy hacia la terraza para ver qué me ofrece Lolo. Los tres chicos rebozados se han ido, aunque previamente se han bañado para quitarse la arena de la duna almacenada en sus cuerpos. También ha llegado una parejita con sombrilla azul. Se han puesto a bastante distancia de mí, pero luego, cuando se han ido los tres chicos, se han desplazado algo más hacia donde ellos estaban.
Después de andar unos dos kilómetros, me vuelven a anunciar la duna de Pilat y, pensando en lo que me ha dicho la recepcionista del camping, me meto con intención de salir por allí a la playa. Me encuentro con un grupo de chavalillos con sus profesores. Van de excursión escolar. Posan para mi foto. Da la impresión de que es en esta parte, alejada de los campings, donde han decido montar todo el complejo recreativo, las tiendas de regalos y "souvenirs", y los merenderos y restaurantes. Me parece que lo que estoy bordeando son las estribaciones de la duna en la que ya he estado antes pero, pronto, la situación se complica. Tengo que subir de nuevo la duna para pasar al otro lado, al mar. En tramos de 20, siendo el último de 10, 150 peldaños de escalera se me ofrecen enfrente y ascendentes. No me va a quedar más remedio que treparlos.
La otra alternativa, que es la que deciden hacer algunos, es ascender por la arena. Como yo ya he pisado bastante arena para subirla antes desde la playa, ahora opto por la escalera. Voy contando los escalones hasta llegar a los 150. Una vez arriba, algunos continúan subiendo por la cresta hacia la cima, pero yo veo camino descendente por bosque y hacia allí me dirijo.
Me doy cuenta de que es mejor no seguir el camino, así que me descalzo y desciendo hacia la playa. Bajando, veo a lo lejos la Petit Nice y la Pointe d’Arcachon. Se ve que algo he adelantado, pero poco. Para sacar la siguiente foto, asciendo una pequeña ladera de arena.
Se ve que ha estado dando allí toda la mañana el sol y la arena está que arde. Quema las plantas de mis pies. Bajo rápido a la arena pisada y fresquita y sigo en mi descenso hacia la playa. Tres chicos suben por la parte en que yo estoy bajando. Juegan a descender de espalda y cabeza abajo. Admirando su juego, llego a la playa. Descargo las mochilas y me preparo para darme un baño. Una chica que estaba en zona intermedia entre los chicos y yo, recoge sus cosas y se va. Como los chicos siguen su juego, me desnudo y me doy un nuevo baño. Hay unas pocas piedras en el agua, pero redondeadas y el baño será breve y refrescante. Me seco paseando. Gente, poca, que pasa, viene, o va hacia el chiringuito de Lolo, donde luego comeré. Será caro para lo que me dan, pero es la única alternativa que me queda, y que prefiero, a no comer. Después de dos baños, de secarme tumbado sobre la toalla y, aunque estoy genial, creo que es hora adecuada para comer, así que me visto y voy hacia la terraza para ver qué me ofrece Lolo. Los tres chicos rebozados se han ido, aunque previamente se han bañado para quitarse la arena de la duna almacenada en sus cuerpos. También ha llegado una parejita con sombrilla azul. Se han puesto a bastante distancia de mí, pero luego, cuando se han ido los tres chicos, se han desplazado algo más hacia donde ellos estaban.
Plage de la
Corniche. Le Ti Lolo.
En la pasarela, me
encuentro con pareja de la Suiza alemana. Les hablo de Carlos
Iglesias y “Un franco 14 pesetas”. Les digo que es un film
entrañable de mi amigo, hecho de experiencias de la emigración de
los años 60 y les recomiendo vivamente que lo vean. Ella habla bien
francés, pero él hubiera preferido conversar en inglés. Se
asombran de mi viaje y me desean suerte. Ya en Ti Lolo, me siento en
la terraza y bajo parasol blanco, como se ve en la foto que saco a mi
mesa y a los dos amigos que han llegado después y se han sentado
junto a la mesa vecina. El aire que viene del mar, hace de la terraza
un lugar demasiado fresquito. Como ensalada mixta y dos salchichas
con patatas fritas, acompañadas de más ensalada. Con la cerveza
(2,70), asciende a 18,40 € y no puedo pagar con Visa.
Se puede decir que he comido lo justo para continuar, aunque ha sido más caro que otros días en que comí mejor. Mientras esperaba la comida, también he fotografiado el camino que une el bar con la playa, donde me he encontrado con los suizos. Al fondo, se ve la playa donde me he bañado. Voy a escribir el diario pero, como siento frío, me cierran la sombrilla para que me de calorcito el sol. Pagado y con el diario al día, a las 14:45 horas ya estoy en marcha. Y me voy hacia Arcachon. (Lo que viene a continuación, lo escribiré en la playa Garonne (Le Gironde) mañana, sentado en banco unido a mesa).
Se puede decir que he comido lo justo para continuar, aunque ha sido más caro que otros días en que comí mejor. Mientras esperaba la comida, también he fotografiado el camino que une el bar con la playa, donde me he encontrado con los suizos. Al fondo, se ve la playa donde me he bañado. Voy a escribir el diario pero, como siento frío, me cierran la sombrilla para que me de calorcito el sol. Pagado y con el diario al día, a las 14:45 horas ya estoy en marcha. Y me voy hacia Arcachon. (Lo que viene a continuación, lo escribiré en la playa Garonne (Le Gironde) mañana, sentado en banco unido a mesa).
Saliendo hacia
Pyla-sur-Mer.
Aunque la duna de Pilat
ya pertenece a Pyla, y hace tiempo que llegué a ella, ahora se va
acercando el núcleo de población. El primer disgusto me lo llevo en
el momento de salir. El camarero me ha dicho que debo remontar de
nuevo la duna, con sus 150 escalones. Yo le digo que 150 son los que
hay para venir. Él nunca los ha ascendido. Habla de lo que le
cuentan sin experimentarlo. Yo veía gente por el lado del
chiringuito, hacia Arcachon, pero se ve que no es un lugar con paso
que esté conexo. Nada más salir del Ti Lolo, llego a unas
escaleras. Son otras. Nada que ver con las de antes. Voy subiendo y
contando los escalones. Cuando llego al escalón en que está sentada
una pareja, digo fuerte el número de escalón correspondiente, y la
pareja se ríe. Cuando llego arriba, digo a una chica que empieza a
bajar: “135” y ella me lo reafirma. Parece que 15 escalones menos
me han dejado más tranquilo. En realidad, lo que me ha tranquilizado
más ha sido comprobar que no tenía que subir la duna y retroceder
hasta las escaleras de esta mañana. Llego a una carretera con escaso
interés. Sólo destaca un gran caserón que me gusta y fotografío. Son las
tres de la tarde. En un cuarto de hora estaré de nuevo en una playa
urbana, con marea alta y apenas arena seca porque la ola llega casi
hasta el muro que hace tope en un irregular paseo marítimo, que aparece y desaparece. De
momento, la carretera se bifurca, y voy hacia la playa ya mencionada.
Esta bifurcación no ofrece salida para coches, pero tampoco para que
las personas puedan bajar a la playa. El mar pega en el borde. Las
construcciones privadas llegan hasta la playa. En este momento, con
la marea alta, hasta el agua marina lame sus muros. ¿Qué fue?, ¿que
el mar se adentró o que las casas se construyeron pegadas al mar?
Está mal el deseo humano de querer apropiarse de lo público, pero
es peor que quienes deben defender lo público no cumplan con su
misión. También hay mucho que corregir en Francia. En este espacio, al
menos hay una ducha para los bañistas que quieran desprenderse del
salitre. Como con la marea alta no puedo bajar a la playa, retrocedo
hasta la carretera y camino sin ver el mar durante un buen trecho.
Voy pasando otras entradas que me temo me van a meter en otro
callejón sin salida. Por fin, cojo una que me vuelve a llevar a la
costa. Esta nueva entrada tampoco tiene salida para vehículos, así
que es un espacio auxiliar que en pleno verano será utilizado por
numerosos bañistas cuando el mar sube y no deja arena seca. Pregunto a una
pareja y me dice que puedo bajar y continuar andando por la playa.
La estrecha playa de
Pyla-sur-Mer
en marea alta.
en marea alta.
Efectivamente. La playa
se presenta accesible y puedo caminar por ella, pero ya queda poca
arena seca y la marea sigue subiendo. Tengo mis dudas sobre si, en
algún momento, la progresión del mar me va a meter en un lugar en
que no vaya a poder avanzar. Espero que no tenga que retrocede
demasiado. Como voy con pantalón corto, tampoco tengo problemas
cuando el mar choca con el murete inclinado de contención.
A lo largo de este espacio, hay muchas escaleras, generalmente de madera, que permiten accesos privados y alguno público pero, desde la playa, no puedo saber la condición de cada uno. Al ser playa tan estrecha y estar la gente tan diseminada, va a ser difícil que encuentre un espacio que me permita darme un baño en bolas. Pero nunca pierdo la esperanza.
Una señora me confirma que aún estoy en Pyla-sur-Mer. Avanzo y veo un espacio en que el mar llega hasta las escaleras de acceso privadas y, del lado Norte, una gran distancia hasta el espacio de arena seca, donde un hombre tumbado toma el sol. Aprovecho la ocasión esperada, me desnudo y me doy un baño corto. Nadie aparece por los alrededores y me permito secarme al aire y al sol. Una vez seco, me visto y continúo por la playa. Encuentro a madre e hija que se están arriesgando a que les moje la última ola. Ellas están convencidas de que están seguras en la poca arena seca que les queda, pero yo casi podría asegurar que les va a pillar. No me voy a quedar para comprobarlo. De hecho, según voy avanzando hacia el Norte, veo que la marea sigue subiendo. La parte final de la playa, antes de llegar a Arcachon, se ensancha y se ofrece a mayor número de bañistas.
A lo lejos, veo un embarcadero, que me supongo será el que usan los de Pyla-sur-Mer para embarcar en verano y pasar a Cap Ferret. Pero yo tengo que llegar hasta Arcachon para poder hacerlo en esta época del año. Por si acaso, cuando llego al embarcadero y veo una taquilla, me acerco a preguntar. Como la taquilla está cerrada, llamo a la puerta de al lado. Un socorrista somnoliento me dice que los barcos de allí a Cap Ferret comienzan a circular el uno de julio. Se confirma lo que ya sabía. Me calcula que tardaré dos horas en llegar al embarcadero del centro si sigo por la playa y que me dará tiempo para embarcar en el último.
A lo largo de este espacio, hay muchas escaleras, generalmente de madera, que permiten accesos privados y alguno público pero, desde la playa, no puedo saber la condición de cada uno. Al ser playa tan estrecha y estar la gente tan diseminada, va a ser difícil que encuentre un espacio que me permita darme un baño en bolas. Pero nunca pierdo la esperanza.
Una señora me confirma que aún estoy en Pyla-sur-Mer. Avanzo y veo un espacio en que el mar llega hasta las escaleras de acceso privadas y, del lado Norte, una gran distancia hasta el espacio de arena seca, donde un hombre tumbado toma el sol. Aprovecho la ocasión esperada, me desnudo y me doy un baño corto. Nadie aparece por los alrededores y me permito secarme al aire y al sol. Una vez seco, me visto y continúo por la playa. Encuentro a madre e hija que se están arriesgando a que les moje la última ola. Ellas están convencidas de que están seguras en la poca arena seca que les queda, pero yo casi podría asegurar que les va a pillar. No me voy a quedar para comprobarlo. De hecho, según voy avanzando hacia el Norte, veo que la marea sigue subiendo. La parte final de la playa, antes de llegar a Arcachon, se ensancha y se ofrece a mayor número de bañistas.
A lo lejos, veo un embarcadero, que me supongo será el que usan los de Pyla-sur-Mer para embarcar en verano y pasar a Cap Ferret. Pero yo tengo que llegar hasta Arcachon para poder hacerlo en esta época del año. Por si acaso, cuando llego al embarcadero y veo una taquilla, me acerco a preguntar. Como la taquilla está cerrada, llamo a la puerta de al lado. Un socorrista somnoliento me dice que los barcos de allí a Cap Ferret comienzan a circular el uno de julio. Se confirma lo que ya sabía. Me calcula que tardaré dos horas en llegar al embarcadero del centro si sigo por la playa y que me dará tiempo para embarcar en el último.
Cuando llego a un torreón, que se comporta también como punto estratégico para los vigilantes de la playa, decido dejar la arena y caminar por aceras y asfalto. Hay pista cyclable y paseo marítimo.
Las duchas están en zonas intermedias, a propósito para que se duchen tanto los que están en la playa de arena, como para los que están tumbados en la hierba. Me gusta esta posición de las duchas. Como no sé a qué hora es el último barco, voy algo acelerado. Al no conozcer el terreno, tampoco me atrevo a utilizar calles que me acortarían el trayecto, ¿o no? Es así como llego a otro embarcadero que tampoco es el que necesito. Saco una foto a una calle que me ofrece al fondo la iglesia de Arcachon.
Llego al malecón de donde va a partir la nave a las 17:25 horas. La mujer que expende los billetes me dice que el último saldrá a las cinco y media, así que no he podido llegar más justo. Creo que el socorrista somnoliento había calculado una hora más. Siendo solo ida, me cobra 7 €.
Travesía por la bahía de Arcachon.
Yo que había previsto comer aquí unas de sus afamadas ostras, pero tal como he llegado, no he podido apreciar ni la población. Otra vez será. Los que ya tenemos billete, esperamos en el malecón. Luego vamos subiendo al pequeño barco en orden de llagada. Hago desocupar un asiento a un señor que había puesto una bolsa encima. No hablaré con él en todo el recorrido.
Conseguimos hacer un hueco a dos mujeres, que me darán pie a que les cuente mi viaje. También, frente a mí, va un hombre interesado en mi viaje y que sabe algo de castellano. Va con otro que habla francés a gran velocidad y al que, cuando me pregunta, le digo en castellano que hable más despacio si quiere que le entienda. Su compañero le traduce.
Pero la conversación más bonita es la que tengo con una abuela y su nieto, que van también enfrente, pero algo a la derecha. Ella a estado atenta a la narración de mi viaje y se la resume a su nieto, quien acabará haciéndome preguntas técnicas: “¿cómo duermo, con qué material voy?, y otras afines. Es precioso el interés que pone el chaval, su deseo de saber cómo es mi viaje. Sus preguntas tienen enjundia. No es un preguntar por preguntar. A lo largo del paseo que me va alejando de Arcachon, voy sacando fotos. En la primera, aunque muy oscuros por el contraluz, aparecen abuela y nieto con Arcachon al fondo. Es el trayecto que venimos haciendo por la bahía. Ni me entero de la Isla de los Pájaros (Île aux Oiseaux). En la siguiente lo que se ofrece al fondo es la dune du Pilat en toda su dimensión. Se ve desde el inicio de mi ascensión, donde estaban los orientales, hasta el lugar donde he comido, le Ti Lolo.
Las dos últimas fotos las hago cuando ya estamos llegando a Cap Ferret. Una de ellas está orientada hacia el faro, al que después me acercaré, y en primer término, en el agua, se ven unas estacas clavadas en el fondo y que parece ser zona de cultivos marinos. La última foto está orientada hacia la bassin d’Arcachon y el brazo de mar que va entre la bahía y el mar abierto.
Le Cap Ferret. El
faro.
Una vez atracada la
pequeña embarcación, me despido de las personas con las que he
hablado y bajo a tierra. Me espera una larguísima playa hasta llegar
al estuario de La Gironde, más larga que la de Las Landas, que
finalicé ayer. Me parece una hora demasiado temprana para cenar y mi
deseo es comprar algún bocadillo para comérmelo donde llegue a
pasar la noche. En la zona donde hemos atracado, sólo hay oferta de
restaurante.
La taquillera de le Petit Train, no dispone de mapa de la costa, lo mismo que la que vendía los tickets en Arcachon, pero acaba dándome un gran mapa que abarca una parte, la de Cap Ferret. Me servirá para mejorar mis anotaciones, pero después lo tiraré. No es cuestión de llenarme de papel, con peso innecesario. Para continuar, me tendré que arreglar con el mapa que me han dado en el camping. Entro en una iglesia moderna, pero que sigue la tradición de los balconcillos laterales. Se está celebrando una boda. Fotografío y me voy.
Me encamino hacia el faro. Paso por una galería que ofrece pintura de paisaje. No es hiperrealismo. “Mucha producción, mucho tiempo”, digo a la señora, que no sé si es la pintora o la galerista. “Mucho trabajo”, me responde. No me parece muy brillante lo que se expone. Entro en una pastelería-heladería en la que veo que venden pan. No me pueden hacer un bocadillo porque “la cuisine est fermé” (la cocina está cerrada), pero la chica me quiere ayudar y me orienta hacia Carrefour. Sigo la calle adelante, hacia el Sur y, preguntando, llego hasta el faro.
La taquillera de le Petit Train, no dispone de mapa de la costa, lo mismo que la que vendía los tickets en Arcachon, pero acaba dándome un gran mapa que abarca una parte, la de Cap Ferret. Me servirá para mejorar mis anotaciones, pero después lo tiraré. No es cuestión de llenarme de papel, con peso innecesario. Para continuar, me tendré que arreglar con el mapa que me han dado en el camping. Entro en una iglesia moderna, pero que sigue la tradición de los balconcillos laterales. Se está celebrando una boda. Fotografío y me voy.
Me encamino hacia el faro. Paso por una galería que ofrece pintura de paisaje. No es hiperrealismo. “Mucha producción, mucho tiempo”, digo a la señora, que no sé si es la pintora o la galerista. “Mucho trabajo”, me responde. No me parece muy brillante lo que se expone. Entro en una pastelería-heladería en la que veo que venden pan. No me pueden hacer un bocadillo porque “la cuisine est fermé” (la cocina está cerrada), pero la chica me quiere ayudar y me orienta hacia Carrefour. Sigo la calle adelante, hacia el Sur y, preguntando, llego hasta el faro.
Carrefour. Una cena
improvisada.
Tras ver el faro de
cerca, que al estar tan próximo no lo puedo fotografiar y me
conformo con la foto que he sacado antes, me oriento hacia Carrefour.
Compro pan, York y plátanos. Seguramente no será York, sino jambon
de Paris o de Bayonne, ni los plátanos lo serán, sino bananas, pero
algo tengo que comer. Pago 3,31 €. Al salir, como dos piezas de
fruta y guardo las otras tres. Fuera de Carrefour, tres chicos,
uno de ellos que sabe castellano, me orientan para salir al océano.
Sigo bien las indicaciones y salgo a carretera principal, pero sigo y
sigo y nunca acabo de llegar al mar.
“Por la duna es
arriesgado”.
Una señora sale de su
casa. Por la esquina aparece su marido. Tras explicarles que quiero
seguir por la playa hasta el estuario de La Gironde, se lo piensan
mucho y acaban por decirme que ir por la duna es peligroso. Como
insisto, acaban indicándome el camino que debo seguir. Enseguida
empieza un sendero de arena que empieza a ascender y, cuando llego a
la cima, se encamina hacia la playa. No veo el riesgo de este camino
por ningún lado y pienso que la pareja que me lo ha dicho sufre
alucinaciones. Tras de mí, viene una pareja. Traspasada la duna, ya
estoy en la playa.
Inicio más de cien
kilómetros de playa.
En la orilla hay una
señora mayor en bañador, pero el mar está bravío. A lo mejor la
pareja que me ha orientado se refería al riesgo del baño más que
al del camino. Bañarse en este mar sí que es correr un riesgo. La
señora, como no me entiende, prefiere hablar inglés. Así me dice
que hay más de 80 km hasta el estuario de La Gironde. La pareja que
me perseguía me dice que no hay nada de hostelería. ¡Eso se verá!
La pareja está entrando al agua. Ella me habla de menos kilómetros,
pero tal como me lo dice no le puedo prestar fiabilidad. Si
las Landas las hice en cinco etapas, esta costa la haré en tres,
pero no tengo ni idea de cuántos kilómetros tiene Las Landas, así
que me falta un referente importante. Además debo tener en cuenta
que ayer abandoné Las Landas y toda la jornada de hoy he recorrido
La Gironde. Al no manejar mapas a la misma escala, los cálculos se
me complican. Continúo por la orilla y, al igual que me ha ocurrido
al arrancar esta mañana, por la ella corren y escapan infinidad de
pulgas de mar. Alguna no verá el anochecer.
La
plage du Petit Train.
Hablo con una pareja
que pesca en la orilla. Me confirman los más de 80 km y me informan
del nombre de la playa. Hasta aquí llega el trenecillo cuyos
billetes vendía la taquillera que me ha dado el mapa zonal, y que me
permite situar ahora esta playa en él. Hay varios búnkeres
decorados con graffitti semi-enterrados en la playa. Da la impresión
de que todas las urbanizaciones que están entre la playa y la bahía,
tienen sus playas preferidas, además de los que se acercan a ellas
en el pequeño tren. Todo el mundo está con bañador.
Hacia plage Garonne.
Abandonando esta playa
del Petit Train, continúo descalzo por la orilla. De lejos veo salir
del agua a un chico desnudo pero, según me voy acercando, él sube
hacia la arena seca donde tiene su ropa. Me desnudo, me baño y subo
a hablar con él. Cuando llego ya se está vistiendo. También él me
confirma los 80 kilómetros de costa hasta Le Verdon. Al irse, me
despide como la mayoría: “bon courage”. Se va caminando por duna
sin camino señalado.
Plage Garonne.
Ocaso nada espectacular.
Ocaso nada espectacular.
Por fin, sobre las
nueve, llego a la playa Garonne. No me he vestido desde el baño.
Subo la duna para encontrar cobertura y hacer una llamada. Veo que se
acerca a la playa una mujer y bajo corriendo para ponerme el
calzoncillo. Vuelvo a subir a la duna. Ella saca fotos a una niña y
al paisaje y han venido con intención de sacar más fotos a la
puesta del sol. Creo que lo va a tener difícil pues hay nubes en el
horizonte.
Se va acercando más gente para ver el “coucher du soleil” (puesta de sol). Ninguno la veremos. Ceno el bocata de jamón dulce y una banana. La mujer con niña y la mayoría de videntes solares han abandonado la playa. Sólo se queda conmigo una parejita joven de Lyon. No conocen a mi amigo Philippe Delas. No es de extrañar, ya que Lyon es enorme. Llevan 12 días de vacaciones y duermen en la cabina de su camión. También confirman los 80 km de playa. “Courage”, adiós y se van. No consigo hablar ni con Sara, ni con Vera, ambas comunican y, para no agotar la batería, desconecto el móvil. No vaya a ser que esté tres días perdido en el mundo sin nadie con quien hablar, ni nada para comer. Lo pienso, pero ni yo mismo me lo creo. Estoy cerca de la playa nudista de La Jenny. Algo comerán allí mis congéneres.
Se va acercando más gente para ver el “coucher du soleil” (puesta de sol). Ninguno la veremos. Ceno el bocata de jamón dulce y una banana. La mujer con niña y la mayoría de videntes solares han abandonado la playa. Sólo se queda conmigo una parejita joven de Lyon. No conocen a mi amigo Philippe Delas. No es de extrañar, ya que Lyon es enorme. Llevan 12 días de vacaciones y duermen en la cabina de su camión. También confirman los 80 km de playa. “Courage”, adiós y se van. No consigo hablar ni con Sara, ni con Vera, ambas comunican y, para no agotar la batería, desconecto el móvil. No vaya a ser que esté tres días perdido en el mundo sin nadie con quien hablar, ni nada para comer. Lo pienso, pero ni yo mismo me lo creo. Estoy cerca de la playa nudista de La Jenny. Algo comerán allí mis congéneres.
Nocturno en plage
Garonne.
Un poca antes del lugar donde
estoy escribiendo, un chiringuito que parece estar sin uso, donde dispongo de
mesa y bancos alrededor, hay una caseta que deja un hueco entre su
pared trasera de madera y los postes que preservan la duna. La he
fotografiado al llegar. Decido montar mi cama en el estrecho hueco
entre postes y cabaña. Me parece algo angosto, pero suficiente. En
caso de que se levante viento del mar, la caseta me lo quitará. El
cielo está estrellado. Sólo cuando me levante a orinar, una sola
vez, a medianoche, veré la Osa Mayor. También veré a esa hora,
en la orilla, a dos pescadores. Más que a ellos, veo el haz de luz
de sus linternas y el puntito verde de sus cañas. He olvidado darme
masaje de Aloe-Vera. Metido de nuevo en el saco, la Osa Mayor me
protege y vuela sobre mi cabeza.
(Escribo esto al día siguiente, desde la playa de Gran Crohot, tras desayunar en La Baine, atendido por Olivier, español y francés a la vez, aunque no hable bien el castellano de sus abuelos de Valladolid. Su segundo apellido es Cabezas).
(Escribo esto al día siguiente, desde la playa de Gran Crohot, tras desayunar en La Baine, atendido por Olivier, español y francés a la vez, aunque no hable bien el castellano de sus abuelos de Valladolid. Su segundo apellido es Cabezas).
Balance de mi primer
día en la costa de La Gironde.
Hoy ha sido un buen día
y muy variado. Lo más espectacular ha sido la duna de Pilat y,
especialmente, su descenso. Las comidas del día no han sido nada
destacables. En cuanto a los encuentros, me quedaría con el asombro
del niño en el barco, con sus preguntas sobre mi viaje y la buena
disposición de su abuela. Otro bonito encuentro ha sido el de Redha
en la cima de la duna. Así tengo una foto que confirma que no me
estoy inventando el viaje. Una pena no haber disfrutado de Arcachon
ni haber probado sus afamadas “huîtres” (ostras). La estrechez
de la cama me ha restado espacio a la necesaria movilidad.
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